Orgullo blanco

11 abr 2017 / 11:16 H.

Es obvio entender que por razones de la profesión una persona tenga que opinar de las cosas, que hacer su valoración sobre determinadas actuaciones. Yo he tenido que hacerlo y lo sigo haciendo porque es parte de mi tarea. Eso sí, mi opinión no tiene por qué ser la verdad absoluta, la más acertada, ni tan siquiera la más justa. Bien que me gustaría a mí que así fuese y con esa intención lo hago lo mejor que sé.

Esta misma temporada he criticado la escasa calidad de esta plantilla de jugadores que nos endosó Ramón Tejada. Es más, puse de relieve la falta de compromiso que no pocos jugadores demostraron en demasiados partidos. Y lo hice porque estaba convencido y lo sigo estando de que así fue. Y mi obligación es la de darla a conocer, sin tapujos que suelen perjudicar la causa principal. Yo no tuve nunca intereses envueltos con nadie que me hicieran silenciar o revertir un hecho que mi profesión me obliga a juzgar.

Nadie crea que es agradable este menester dentro de esta maraña de despropósitos que ha venido siendo la temporada del Real Jaén y que ha alimentado esta situación angustiosa que el club y el equipo padecen en la actualidad. Pero eso no quita que hoy deba ponerme de pie y aplaudir cálidamente a la plantilla de jugadores del Real Jaén, porque pocas veces, en mis muchos años de periodismo deportivo, pude valorar tanta entrega, tanto afán, tan impresionante esfuerzo como derrocharon los 14 hombres que defendieron la camiseta blanca el pasado sábado y que tuvo como justa recompensa la victoria ante el Marbella. Un triunfo épico que abre las esperanzas de que aún se pueda lograr ese anhelo de evitar el descenso de categoría, un logro que haría menos ingrato y complicado el proyecto de Tomás Membrado, el nuevo máximo accionista que ya está dando los primeros pasos para poner orden y abrir puertas y ventanas por donde entren la luz y la ilusión al club blanco. Tomás Membrado debutó el pasado sábado en el palco presidencial.

Yo estuve cerca y le vi seguir las vicisitudes del partido con atención y cierta preocupación. Y también comprobé la forma en que valoró el extenuante esfuerzo de sus jugadores. Membrado aplaudió emocionado a los suyos al final del partido. Y bien que se lo merecían. Con esa actitud sí puede hablarse con propiedad de que existe el orgullo blanco.