Otra lectura de la Navidad

18 dic 2016 / 11:14 H.

Aunque parezca un cuento, no lo es. A partir del siglo XVIII, la filosofía que se adentró en ese enigmático universo del conocimiento humano, aventuró que el espacio más que una realidad física, era una forma de hacer inteligible esa misma realidad que no puede demostrarse que exista en la manera en que la percibimos, sino que constituye una suerte de técnica para ver lo que sin esa aportación del conocimiento no podría verse; algo parecido a esas gafas destrozaojos que se utilizaban para captar relieves de personajes y paisajes, en el cine.

La historia del pensamiento humano evolucionó pero esa interacción entre conocimiento y realidad sigue existiendo, aunque absolutamente adulterada, con la particularidad de que si el hombre crea el espacio, éste también es creado por el hombre, y termina por avasallarle, le dicta los sentimientos que resultan pertinentes exhibir en una época determinada del año; y ello se produce como consecuencia de que concurren los factores distorsionantes de la realidad, asociados singularmente al mercado.

En definitiva ese espacio horroroso que, día a día, se nos ofrece es un producto del hombre, pero resulta conveniente crear pausas que muestren la apariencia de concordia, de amor familiar, de solidaridad entre los pueblos. Esa es la Navidad. Sé que esta reflexión es irreverente pero no debe ignorarse si se presta atención a la realidad: cientos de miles de niños y su madre o padre, es decir, una reproducción del misterio de Belén que se ahoga en el mar ante la culpable presencia de quienes, tratando de hidratarnos de alegría, promovemos imágenes del misterio de Belén, primorosos árboles preñados de luces y regalos. Entretanto, millones de refugiados, entre fangos y muros represores, sólo pretenden el regalo de la subsistencia. Hay que leer, aunque sólo sea titulares de la presa diaria; lo ocurrido en Alepo, lo sucedido en Centroeuropa, el número de bebes desaparecidos en el “Mare nostrum”, hay que prestar más atención a los informas de las organizaciones humanitarias no gubernamentales. Tal es el espacio de guerras, de homicidios tolerados, de insolidaridad de los pudientes ciudadanos que, estos días, brindarán con champán. No pretendo negar la Navidad pero sí hacer de ella un motivo de reflexión en el que quepa la piedad, la compresión hacia quienes también gozan de conocimiento, que no esa sino reproducción de los valores que representa el misterio de la Navidad. Y que tal reflexión se perpetúe durante todo el año.