Papel, bolígrafo y nada que decir

13 jun 2017 / 20:49 H.

Orgullo patrio es el sentimiento que provoca la respuesta que obtenemos al preguntar el por qué, el veintitrés de abril, es el día internacional del libro, que no del derecho de autor, pues ostentadores de galardones y usurpadores avispados han existido siempre. No es, en cambio, tan nativa, la interrogación que plantea la disyuntiva de la muerte de Cervantes, el día anterior, el veintidós de abril. Primera concesión al mundo anglosajón, cuyo único autor, casi equiparable a los muchos españoles, franceses o rusos, es Shakespeare. Este mundo liderado por un país imperialista, como todos los sucesores que asumieran el cargo anteriormente, celebra, el día que ellos quieren, una fiesta incautada, que tan sólo conserva el nombre. Pero vayamos a la lista: libros más vendidos en los últimos 50 años.

Si bien la propia encuesta se basa en la siempre traicionera estadística, y, los datos son de 2012, el análisis permanece vigente. Para llenar muchas líneas da que, con abultada diferencia, tanto la Biblia, como el Libro Rojo de Mao, (recordemos que un tercio de la población es china), sean los más vendidos. Es decir, adoctrinamiento puro y duro. No son compendios que brillen con luz propia, sino de ésos que apagan a los demás y no se consideran un libro más, sino “EL LIBRO”. Tengo un amigo que lee manuales de instrucciones como si fueran la más delicada prosa: los entiende, los valora atendiendo a su complejidad, claridad o ilustraciones y, por último, publica su reflexión. Está aceptada como carrera la profesionalización de los comentarios bíblicos: teología mal llaman al espiritismo. También, tengo otro que afirma gastarse 250 € mensuales en fruta. Y a mí, me gusta disfrazarme, las noches bisiestas de luna llena, de castaño para competir en el evento secreto de trabalenguas. No somos amigos por eso. Si seguimos mirando, nos toca ver fantasía, de todo tipo: mágica, medieval, realista, pastelosa. Es el triunfo de la cultura popular, la globalización y los mediocres. Sin comentarios. Nos queda el relato que inicia Anna y, que terminara su padre, Otto, del sufrimiento judío durante el Holocausto. Sé qué estáis deseando que comente el “Piense y hágase rico”, pero la autoayuda y la magia, son jurisdicción del Clan del Fénix.

Huelga decir que, aunque haya leído todos los documentos de la lista, apenas los considere libros, en todo caso en el sentido más abierto de la palabra. Decir los más vendidos, es lo más parecido, a expresarse en términos de influencia, ya que el número de publicados es mayor que el de vendidos, como éste lo es, a su vez, de los leídos. Esto demuestra el camino que lleva actualmente la “cultura” y lo banal de lo que celebramos. Aprendemos muy pronto el saber popular en las enseñanzas del refranero y, en esta época de posverdad “dime qué lees y te diré quién eres” cobra más valor que nunca. No nos enseñaron a pensar, mucho menos a diferenciar sobre qué coger y qué desechar de primeras. Nos prepararon para responder a estímulos publicitarios y a memorizar himnos y alineaciones. A eso respondemos. Por eso hoy hay noticias, exclusivamente deportivas, diarias. Por eso hoy tenemos tantos “bestsellers”. Porque no hay literatura. Porque las estanterías de los establecimientos las llenan las carátulas vistosas y llamativas y los autores son vomitalíneas en el mejor de los casos, personajillos la mayor de las veces.

A esto llegamos. A la no literatura. Al quién por encima del qué dice. Al continente sobre el contenido. A olvidarnos que, si algo nos ha hecho evolucionar como especie, ha sido el lenguaje, la capacidad de comunicarnos. Así que, por todo aquello que le debemos a la literatura y, por todo lo que le deberán aún más los venideros, cojamos ese Quijote de pega que tenemos en la estantería y leamos un par de capítulos cada veintidós de abril. Y si no, si sois más de que os digan lo que hacer, en lugar de pensar por vosotros mismos, los domingos, son del Señor. Siempre son de algún señor.