Paseo por Santurce

11 may 2017 / 10:17 H.

No era cosa fácil a mi edad reponerse de un viaje tan apretado como el que realicé con mi familia el pasado fin de semana. En poco más de 48 horas ir hasta Santurce, asistir a una fiesta religiosa de primeras comuniones y a la celebración, casi interminable, después de la misma y regresar a casa, les aseguro que para mí —y para los más jóvenes— es una soberana paliza. Pero mereció la pena, porque conviví una jornada inolvidable con mis familiares residentes allí y otros llegados desde Barcelona. Fue un día grandioso en tierras que hace tiempo yo conocí muy bien y que ahora andan muy cambiadas, más modernas, gracias al progreso. Pero el espíritu de las gentes no cambia y los vascos siguen siendo acogedores y abiertos a eso de pasarlo bien. Me sorprendió que en la iglesia de San Pedro Apóstol de Santurce hicieran la primera comunión 27 niños, entre ellos mi sobrino nieto Diego. La iglesia estaba a rebosar y la ceremonia fue solemne y amena. Me sorprendió que al final de la misa se entonara un cántico que invitaba a los feligreses a hacer palmas y hasta a patalear. No lo había visto nunca y me resultó simpático, aunque yo no tenía el cuerpo como para dar saltitos.

Bastante hice con aguantar la celebración interminable que nos ofreció el padre del primocomulgante, mi sobrino Jesús, al más puro estilo vasco. Un exquisito almuerzo que tuvo continuidad por toda la tarde, a lo largo de las calles de Santurce con paradas en un sinfín de cafeterías, hasta llegar a la cena. Fue el único momento que eché en falta no tener 20 años menos. Pero hice lo que pude para no desentonar. Un fin de semana para recordar siempre.

Por eso empecé diciendo que no era fácil recuperarse. Pero eso ya es historia y aquí estamos de nuevo, gracias a Dios, para seguir con la labor cotidiana, que también tiene sus momentos gratificantes como este de poder ponerme en contacto cada día con mis buenos amigos lectores. Precisamente he llegado a tiempo para poder decirles que mañana, una excelente amiga, una mujer valiente, generosa y solidaria como es Pepa Arroyo Guardia, empleada de Aqualia y cooperante misionera, ofrecerá el pregón de la Virgen de la Cabeza de la Cofradía de Jaén, en un acto que se celebrará, a la 8:30 de la tarde, en el salón de actos de la Agrupación de Cofradías y Hermandades.