Pedro, el inesperado

02 jun 2018 / 10:29 H.

La probabilidad de que nos toque la Lotería de Navidad es de una entre cien mil. Las cábalas y posibilidades que el hoy presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, barajaba al plantear la moción de censura las desconocemos, pero para que te pueda tocar es necesario comprar el décimo. Una perogrullada que, al parecer, Mariano Rajoy, no se planteó en momento alguno, inconsciente de los amores ridículos de temporada del PNV.

En octubre de 2016, ante la enésima caída en desgracia de Sánchez, en esta columna chata, se apuntaba la posibilidad de que iniciáramos un nuevo género político de “muertos vivientes”, un “Walking dead” que tuvo esta semana un capítulo demoledor, el giro de guion definitivo. La vuelta a la vida del náufrago Sánchez en el peor momento del PSOE nacional como presidente de esta España en el diván. Un presidente sin escaño y un partido que le pone reparos. Ni la película de Tom Hanks tiene un final tan feliz. En su retiro introspectivo, viajando por España en su Peugeot 407, comprobó que el albatros de Rajoy tenía demasiado plomo en las alas y que desde diferentes colinas había apostados más cañones dispuestos a frenar su vuelo. Era cuestión de plantearla y tragarse sus propias palabras y remilgos: “No se puede ir a una moción de censura contra Rajoy con quienes quieren romper España”, Sánchez dixit. Cuando se está solo en una isla se come de todo, “behind the musgo”.

Agua pasada porque entiende que las condenas de la Gürtel eran el descabello perfecto para saltar al ruedo. El resucitado se convierte en presidente del Gobierno con un apoyo variopinto y disfuncional de una amalgama de partidos a los que solo les une, de momento, echar a Rajoy. Queda por ver si el calvario de Sánchez comienza ahora. Mientras la parte más sanchista del PSOE jiennense celebrara sonriente en una terraza y brindaba con Cruzcampo, otros socialistas escrutaban a los compañeros de viaje de esta moción y esbozaban una sonrisa con mueca. El PSOE se enfrenta a la paradoja de Fermi, creemos que hay vida inteligente ahí fuera, pero seguimos sin evidencias. En el proceso de búsqueda de su electorado se encuentran con un premio gordo inesperado y no saben cuántos votantes se fueron a otras galaxias.

El inédito camino democrático que se abre está lleno de peligros y amenazas para Sánchez y para su partido. Y es que, aunque no lo parezca, no es Han Solo. La espada de Damocles de ser Pedro, el breve, será otra probabilidad que solo se despejará al final de la legislatura. El viaje espacio-tiempo del nuevo presidente del Gobierno en su partido es, en cualquier caso, una saga única. No hace tanto tiempo, aunque pareciera la Edad Media del PSOE, ocurrió que a las puertas de Ferraz, Verónica Pérez, secretaria general del PSOE de Sevilla, acuñó una frase mítica, para despachar al que daban por finado: “La única autoridad del PSOE soy yo”. Eso sí que fue cerrar el Comité Federal en alto, con dimisión del aludido como colofón. La casa de Gran Hermano era un monasterio tibetano en comparación con la sede socialista de estos últimos años.

A Mariano Rajoy que situábamos, también en 2016, como el faro de Finisterre, alumbrando al PP, quieto, hierático, con el mismo semblante cruja el cielo con la tierra o esté la mar en calma, se marcha fiel a su figura tancredista. Aturdido por una maniobra que lo deja tocado, sin hacer la transición que el partido requería ante su sangría corrupta. Llegó con el tiempo justo para participar en el fin de fiesta. Es de agradecer su “fair play” democrático en un relevo más que atípico y con su salida del poder se cierra una etapa del PP. Pedro Sánchez saldrá de la Zarzuela pensando que “hoy empieza todo” y quizá se arranque con un “Viva Suecia” musical: “Caer de pie con la intención de hacer el suelo acogedor”.