Pierde el respeto a tu silencio santo

28 ene 2018 / 11:41 H.

Mudos están los males, no hay cuidado que hable. Faltan lenguas y voz a los dolores y en todos los mortales yace la vida envuelta en alto olvido, tan solo mi gemido pierde el respeto a tu silencio santo”. La frase es de Francisco de Quevedo, adelantado a su tiempo lo mismo que la Jaén eterna camina atrasada a los eternos tiempos; poeta burlesco y satírico, se adueñó de todos los géneros literarios de su época, aunque lo suyo era la desilusión y la melancolía frente a los días y a la muerte (y al amor). Así las cosas, el “señor Jota” abre la temporada 2018 con espléndida entrega a sus sugerentes y ‘actuales’ versos y a la “historia de la vida del Buscón, llamado don Pablos; ejemplo de vagamundos y espejo de tacaños”. Jaén, pierde el respeto a tu silencio santo, ese silencio que tanto bien hace a quien tan poco bien te hace.

Al “señor Jota” se le advierte mitad mohíno, mitad pachanguero, los días no le pasan en balde y los periódicos se le aturrullan entre tanta promesa que luego se torna tan verdad imperecedera como mentira piadosa a la que el hábito y la costumbre da por rancia (amortizada, que dicen los posmodernos de ahora). “Nadie ofrece tanto como el que no va a cumplir”, que apostillaba Quevedo hace cinco siglos y que a Jaén le viene como anillo al dedo, aun sabiendo que el amor es fe y no ciencia; lo suyo con sus dirigentes es como su propia existencia: “Mejor vida es morir que vivir muerto” y también de rodillas, ay, que a Jaén la murieron entre todos y ella solita se fue al camposanto. “Es hielo abrasador, es fuego helado / es herida que duele y no se siente / es un soñado bien, un mal presente / es un breve descanso muy cansado (...) es una libertad encarcelada, / que dura hasta el postrero parasismo / enfermedad que crece si es curada”. No tiene arreglo Jaén si está mohíno el “señor Jota”, que si se levanta pachanguero, otro baile nos entona: Hace todo cuanto quiero, / poderoso caballero / es don Dinero (...). Es hermoso, aunque sea fiero (...) Al rico y al pordiosero (...) Al cobarde y al guerrero (...) Al gañán y al jornalero (...) Y hace propio al forastero, / poderoso caballero, don Dinero”. Si llegan autovías y tranvías, si se inauguran puentes y los acueductos son frecuentes, si se hacen pabellones sin políticos empellones, si la vida es más fácil entre médicos y hospitales, con calles sin pedregales ni tantos imbornales, si los teatros se llenan de gente cuando puede pagar la gente y los museos reciben a la gente cuando a la calle sale la gente, si Jaén clamase diferente y no tan siliente, si Jaén viviese tan distante a los que le ponen distancia como apremiante ante quienes le provocan olvido, no hay duda, como Góngora, el gran rival de Quevedo, el “señor Jota” clamaría henchido de veraz orgullo y sana satisfacción su “ándeme yo caliente”: “Que yo en mi pobre mesilla / quiero más una morcilla / que en el asador reviente, y ríase la gente”. Así sea, amén, que rima con el bien. Y con Jaén.