póntelo

16 oct 2018 / 12:01 H.

La Diversión, propiamente y en mayúsculas, es un estado en el que la persona realiza una actividad que le proporciona una sensación de placer y bienestar y que, curiosamente, no tiene por qué estar ligado a otro estado que es la felicidad. Formas de alcanzarla hay muchas y muy diversas, desde una actividad en solitario sin que conlleve más connotaciones que el propio encuentro personal en el que uno mismo se halla y le gusta lo que ve, a esa otra actividad que implica que más personas aporten y participen de ella con el objetivo de compartirla y hacer que provoque el máximo grado de bienestar posible, respetando toda integridad física y moral tanto de los integrantes como de los que no. Hasta aquí todo parece entendible desde una perspectiva racional. El lado no tan lógico viene marcado cuando esa actividad ocasiona un perjuicio gratuito a terceras personas que, de manera consciente, bien por activa o por pasiva, sufren las consecuencias de esa “diversión”. Cómo puede la mente encontrarle gusto al sufrimiento ajeno. Todo el mundo tiene derecho a divertirse, pero nadie tiene por qué sufrir las consecuencias de una diversión injustamente pervertida. Todo tiene un límite, la diversión también ¡pónselo!