Pregonando la cultura del toro

07 may 2017 / 10:51 H.

Pregonar algo tenía sentido cuando nadie conocía previamente lo que se pregonaba. El pregón se hacía precisamente para anunciar un edicto, una fiesta, una visita o un acontecimiento. Pregonar lo que ya está cantado no tiene razón de ser si nos atenemos al sentido original del término. Pero con el tiempo los pregones fueron perdiendo su carácter informativo y pasaron a convertirse en una forma de ensalzar o realzar aquello que, aunque ya se sepa, se pregona. Todos sabíamos ya que el próximo día 13 de mayo hay toros en Baeza. Los eventos culturales previos que el Ayuntamiento y el Círculo Taurino han organizado con motivo del CXXV Aniversario de la construcción de su plaza de toros tendrán como colofón extraordinario una gran corrida de toros con un cartel de lujo: Morante, Cayetano y Roca Rey. Y ese era el objeto de la intervención de Carmen Calvo, que fuera consejera y ministra de Cultura de la Junta de Andalucía y del Gobierno de España, respectivamente, elegida para ello por indicación de Leocadio Marín vía Manolo Torres, o viceversa. Pero miren por donde no fue un pregón taurino al uso lo que escuchamos en el Teatro Montemar. Ni mucho menos. Sino un discurso riguroso, poético, filosófico y moral sobre el significado de las fiestas de toros. Tampoco consistió en una defensa en reacción a supuestos ataques. En absoluto. Carmen Calvo habló fundamentalmente de libertad, de sensibilidad, de humanismo y de cultura. De esa cultura que permanece en el tiempo porque cada generación transmite a la siguiente. “¿Porqué la Fiesta de los Toros ha durado tanto tiempo, tantos siglos?”. Se preguntaba la pregonera. Solo algo con esos componentes mitológicos, mágicos, sagrados y profundamente humanos puede aguantar el paso del tiempo y los cambios de la historia. Lo que es cultura permanece, lo demás se va cayendo. Si esto consistiera en algo tan simple como matar a un animal, ya habría desaparecido. Si fuese una forma de ganarse la vida los toreros o una forma más de pasar el rato hubiera durado eso mismo, un rato. Habló del miedo, que, —citando a Esplá, que lo hizo varias veces—, está en el sitio donde se ponen los buenos toreros. Habló del arte del toreo y del arte del público, que “por efecto de las neuronas espejo”, torea también desde el asiento. Habló del sol y del toro, del toro y del sol, generadores de vida para todas las civilizaciones del Mediterráneo. Habló de la esencia del toreo, de sus misterios. Contó que le preguntó a José Tomás, una vez que vio los toros desde el callejón, qué es lo que pasaba en el ruedo para que trajese una cara tan diferente de la que llevaba cuando cogía la muleta. “Entro y salgo”. ¿De dónde? “No lo sé”. Todo el pregón fue un canto a los toros y a todo lo que los rodea, pero más que eso fue un pregón de la importancia de la Cultura, con mayúsculas, haciendo suya la preciosa definición que de la misma hace la Unesco. “La cultura... puede considerarse... como el conjunto de los rasgos distintivos, espirituales y materiales, intelectuales y afectivos que caracterizan una sociedad o un grupo social. Ella engloba, además de las artes y las letras, los modos de vida, los derechos fundamentales al ser humano, los sistemas de valores, las tradiciones y las creencias.” Un pregón, para terminar, a la libertad del hombre para elegir sus riesgos y sus miedos y a su propia sensibilidad para vivirlos. Ahora sabemos mejor lo que significa eso de ir a los toros. Especialmente en Baeza donde estos días está surgiendo un renacimiento, una nueva forma de entender la Fiesta. Ojalá los toros embistan y la “vergüenza torera” pueda hacerse presente en la plaza, precisamente en su fiesta de cumpleaños.