Recuerdos y esperanzas

01 mar 2017 / 10:57 H.

Parece mentira que hayan pasado 35 años desde se constituyera el Parlamento Andaluz el 21 de junio de 1982. Este hecho ya es Historia, tanto que en el Archivo Histórico Provincial podemos ver expuestos documentos relacionados con aquellas primeras elecciones al citado Parlamento. Más atrás quedan los movimientos regionalistas del siglo XIX, que tomaron tintes federalistas con la I República, aunque hasta la década de 1860 no habría un movimiento regionalista perceptible en Andalucía, promovido por el padre y el abuelo de los poetas Manuel y Antonio Machado, corriente que se centró en el estudio del folklore y las raíces culturales de Andalucía. Apareció la revista “Folclore andaluz” y también el Ateneo de Sevilla, dos focos fundamentales. La II República Española sería en el siglo XX el periodo en que los movimientos nacionalistas/regionalistas entrarían en una fase de desarrollo extraordinario, como el andalucismo de Blas Infante (1885-1936), proceso cortado en seco por la Guerra Civil (1936-39). Hasta 1975 el sentimiento de pertenencia a Andalucía como región y cultura apenas existe, y cuando aparece es para recordar que se trata de la tierra más olvidada en Madrid, con iniciativas fallidas como el “Plan Jaén” —a partir de 1953—, mientras muchos cientos de miles de emigrantes salieron de la provincia y la región. No era orgullo precisamente lo que sentían estos andaluces recordando la situación en la que estaban sus gentes y sus tierras. Terminada la dictadura franquista aparece un fuerte sentimiento de vinculación con el territorio y su cultura: es el tiempo de las sevillanas cantadas y bailadas por doquier y a todas horas, de las charlas, las conferencias, los artículos, los libros, los actos etc., relacionados con Andalucía y su cultura, periodo que abarcó los últimos 70 y los 80. Pasada la efervescencia, vino el reposado meditar sobre la realidad andaluza, los propios valores y problemas, que son muchos, especialmente el desempleo. Llegó la crisis de 2008, que nos golpeó y aprieta todavía más que a otros, pero aquí estamos, avanzando todo lo que se puede, modernizando y enriqueciendo una tierra que queremos que sea más próspera y justa cuando la hereden nuestros hijos y nietos. No nos podemos proponer un objetivo más noble.