“Se vende banco por un euro”
Resulta gratificante por vacaciones escapar del ritmo feroz que nos engulle el resto del año y poder disfrutar de la lectura de un buen libro. En esta ocasión me siento afortunado al leer, y en ocasiones subrayar, el análisis sencillo y certero que nuestro paisano Manuel Medina hace de la crisis bancaria en España. Manuel Medina González, nació en Villanueva del Arzobispo y siempre ha compaginado su profesión de abogado con la vocación literaria como demuestran sus quince libros publicados. De sus más recientes obras destaco la publicada en Plaza y Janes, “La crisis puede esperar, la vida no” donde el villanovense ofrece una reflexión de la crisis desde el punto de vista optimista y nos invita a recapacitar sobre el tiempo que transcurre durante ella. El autor desgrana los distintos tipos de crisis al margen de la bancaria y la económica, y que afectan al plano fundamental de nuestra vida como son la crisis de valores, de familia, de identidad, política, y social. Nos adentramos en sus líneas en un emotivo relato que hace reflexionar sobre las cosas verdaderamente importantes en nuestra vida y como las vamos dejando a un lado, en la mayoría de las veces por las prisas, las tecnologías de la incomunicación y sobre todo el desengaño que supone la ruptura de ciertos valores sociales, principalmente constatables por la corrupción política. En el caso del libro “Se vende banco por un euro”, atrae con un título sugerente, principalmente por la analogía con el caso del Banco Popular que fue adquirido por el Santander en junio de 2017 por el importe de esa moneda. ¿Cómo es posible que se compre un banco con un valor de miles de millones según balances por solo un euro? En noviembre de 2016, cuando se rumoreaba que BBVA le interesaba esta entidad, se valoró en 5.000 millones de euros. A los pocos meses un informe certificaba que su valor era inferior a un euro. Creyendo que nuestro sistema financiero era infalible, resulta que un banco español, el Popular, ha sido el protagonista de la primera intervención del mecanismo único europeo de resolución de entidades bancarias como consecuencia de la falta de liquidez. Entre Frankfurt y Bruselas se produjo la intervención y el Santander se llevó esta perita, afianzando su liderazgo, y todo por asegurar los depósitos de sus clientes. Pero esta operación dejó a unos grandes perjudicados, los accionistas, que perdieron todo su dinero y por los que ni el Banco Central Europeo, ni el Gobierno se han preocupado en ningún momento. En Andalucía hay más de treinta mil personas afectadas que han perdido toda la inversión que tenían en acciones de este banco, que históricamente se le conocía como “el Banco más rentable del mundo, o el “Banco de Dios y sus obispos”. Ahora se preguntan hasta qué punto se ha hecho todo de forma lícita. En efecto, los gestores dieron un paso en falso y no pudieron frenar la sangría de liquidez que clientes estratégicos retiraban día a día, y echarán la culpa a Europa por la expropiación. Lo que es cierto es que el aluvión de demandas judiciales está garantizado principalmente por los que acudieron a la ampliación de capital de 2016 pues se puede aplicar el vicio de consentimiento, como sucedió en el caso Bankia. Lo que está claro es que no se espera dinero público para compensación a estos accionistas pues, como dice el bueno de Manuel Medina, ya se han puesto más de 60.000 millones de los contribuyentes, lo que ha supuesto una reacción digna de gran respeto para salvar la economía de nuestro país de una situación muy difícil.