Serpientes de verano

02 jul 2017 / 10:37 H.

Uun grado más, solo uno, y el espeso flujo de la sangre se hubiera detenido en las venas como un viejo tren de carbón, pidiendo la extremaunción entre estertores. Con tanto calor se derriten el chocolate, los casquetes polares, las cuentas corrientes y la sesera del Congreso. Arden en las bancadas los papeles y se derrama la tinta de los bolígrafos. No hay quien pueda leer. La lengua, seca, se pega al paladar. Sin discurso, la política se ausenta y las crónicas se deprimen mientras sesteamos en un duermevela sudoroso. Aborrecemos la calle, martirizada por el sol; la cámara lenta, por lo tanto, es la que filma el movimiento, escaso como el aire fresco.

Tras cuarenta años de restauración democrática no hubo tanto riesgo de desertización como ahora, si exceptuamos aquel tiroteo fanfarrón y cobarde de Tejero, marioneta cavernaria de los cuarenta años anteriores. Entonces, muchos combatían el calor agitando la calle; otros despojaban sus cuerpos de ropa; aquellos evitaban los postureos; estos dibujaban planos y la mayoría hacían obras, que siempre han sido amores. Y no las supuestas buenas razones. Las mismas que se esgrimen desde el descomunal y trágico incendio de la crisis de los tóxicos, en el año ocho del nuevo siglo; un castigo sobrevenido por los innumerables y graves pecados que hemos cometido. El siniestro casi nos deja reducidos a escombros, en tierra calma.

Aterrados, miramos en todas direcciones y no vimos a Moisés en ningún sitio. Solo escuchamos la voz de los Mercados proclamando sus mandamientos, decretados a saco, sin alternativas. Quien no se consuela es porque no quiere. Peor están los que no gozan de salud, los parados, inmigrantes, refugiados, o aquellos otros que dejamos huir, navegar, naufragar y morir sin remedio cerca de las costas, de nuestras hipotecadas casas.

Recuerdo que he escrito otros veranos del calor y de esas serpientes siempre efímeras. Sin ir más lejos, la del pelotón ciclista del Tour zigzagueando por las carreteras francesas, trazadas sobre verdes esplendorosos. Espectáculo refrescante, incluso emocionante, si no fuera por ese tufo anabolizante tan repelente que le rodea. O los vaticinios y las encendidas conversaciones sobre si Nadal, soldado condecorado del tenis, va a ganar en la rasurada y elegante hierba de Wimbledon. ¿Volverá José Tomás?, se preguntan los aficionados ante las crónicas sobre el torero trasunto de Manolete. ¿Qué hará España en un Europeo, en el Mundial, o lo que toque? Entiéndase España por el equipo nacional de fútbol. ¿Y los muchachos del baloncesto? ¿Arrancará el coche de Fernando Alonso este domingo? ¿Irán los reyes a Marivent? Y la inevitable en estos días: ¿Seguirá Cristiano Ronaldo en el Real Madrid? Eso solo lo sabe Florentino Pérez, un ser superior, según la definición del diccionario de Butragueño. Sería tanto como preguntarle ahora a Susana Díaz si lo volverá a intentar cuando se marchite la flor roja de Pedro Sánchez. En política nada se sabe a ciencia cierta hasta que termina el partido, como en el fútbol. Ahora toca acuartelarse, entre otros motivos, por el calor. Y porque el paso de Despeñaperros adquiere ahora su auténtica dimensión. No se pasa de cualquier forma.

Una más: ¿Qué fue del Rey Juan Carlos en la celebración del Congreso? ¿Cómo es que la presidenta de la Cámara Baja quiso invitarlo y desde la casa del nuevo rey se le vetó? De ser así, ¿acaso está la Jefatura del Estado por encima de la soberanía popular? Cosas del calor extremo. Hace años le preguntaban a un veterano militante y alcalde comunista andaluz sobre la vida y milagros del rey, hoy emérito, y de su familia. Vino a decir con retranca que si hubiera república, el periodista no le estaría preguntando por esas cuestiones y él se ahorraría las respuestas. Otra bicha de verano esta de la organización del Estado, sin debate serio y sin perspectivas de abordarlo, con lo que urge.

Pero en Jaén las serpientes de verano, lejos de ser efímeras, aguantan inmunes el paso del tiempo, no cambian de camisa y son duras de pelar. Más que serpiente común y corriente, lo del tranvía de la capital es una víbora envenenada y el Museo Ibero parece un culebrón feo de largo. Ambos casos son un ejemplo evidente de nuestras incapacidades políticas y sociales. Se mire por donde se mire. Ni uno ni otro son órganos vitales para la provincia, pero producen desazón, cuando no desconcierto.

El mensaje de los administradores públicos a sus administrados es pésimo. Ni hay criterio, ni planificación ni mucho menos capacidad para resolver problemas. ¿Qué hemos hecho para merecer esto? Ser condescendientes, desahogados, pusilánimes.

Entre tanta confusión, y precisamente al calor de las ideas, el presidente de la Confederación de Empresarios de Andalucía, Javier Gómez de Lara, recuperaba para este verano en los encuentros Jaén, Nuevo Milenio, de Diario JAÉN, el discurso de la concertación. Probablemente es la mejor herramienta para progresar e impulsar el desarrollo. El diálogo y los acuerdos entre administraciones y agentes sociales y económicos son fundamentales. Debería ser de obligado cumplimiento en todas las comunidades y en el Estado. Discursos templados como el del presidente de los empresarios andaluces alivian la erupción volcánica que sufrimos. Concertación para el modelo económico, para las políticas sociales, la sanidad y la educación, para la financiación autonómica y para el modelo territorial del país.

Acuciada por las altas temperaturas, con estrés hídrico, Jaén tiene que recurrir a la concertación para hidratarse. Es necesario revisar el modelo agroalimentario que gira fundamentalmente en torno al olivar y al aceite de oliva. Desarrollar un plan de industrialización en este ámbito que se abra a otros de los llamados emergentes y, especialmente, apostar por nuevos caminos pese a las dificultades. Debe mirar la energía, las renovables.

Si la promoción y el turismo pueden ser un referente de gestión por perseverancia, convertir a la provincia en un referente para este tipo de industrias de las llamadas limpias debería ser tenido en cuenta a la hora de trazar una hoja de ruta para salir de la crisis y propiciar la convergencia económica con otras provincias y territorios. También en los diálogos Jaén, Nuevo Milenio, el presidente de la Junta de Extremadura, Guillermo Fernández Vara, decía recientemente que la sanidad y la educación deben contar con una financiación pública, propia y sostenible y no depender de otras variables. Venía a cuento por la multimillonaria donación de Amancio Ortega, el dueño de Zara, de 320 millones de euros a la sanidad pública.

No rechazaba la iniciativa del empresario, simplemente subrayaba que el modelo sanitario no debe depender de la cuenta de resultados de una empresa. A él y a los que argumentan en esa línea les han breado, pero los universales deben ser innegociables en su carácter público. Ni una ni otra pueden reptar en busca de recursos que se dispersan y que no multiplican sus efectos.

Siguiendo la mejor tradición de Linares, su alcalde, Juan Fernández, entona el cante del abandono, de Madrid y Sevilla. Es la ciudad con más paro. Ha tenido que ser un empresario, también Javier Gómez de Lara, el que reavive el debate de los corredores ferroviarios.

Precisamente el del corredor Central, del que queda por construir el tajo que va desde Puertollano a Sevilla y Algeciras, donde tenemos el mayor puerto de España y uno de los grandes de Europa. Del corredor Mediterráneo queda todo por hacer. El corredor Central permitiría a Linares armarse con suplataforma logística, el Puerto Seco, un proyecto quemado por ese abandono, sin orden ni concierto, sin priorizar. Las conexiones con los puertos más cercanos y el cierre de infraestructuras de transportes hacia Albacete y hacia Extremadura, pasando por Córdoba desde El Carpio con la N-432 están achicharrados.

El tren es otra historia, la serpiente de verano por excelencia, con la que se mimetiza. Hubo un error estratégico en los años ochenta y noventa y el golpe calor fue mortal. En vez de invertir para modernizar la red se desmanteló buena parte de ella.

Las viejas estaciones, algunas derruidas o convertidas en escombros, son testigos de un pasado de pujanza que perdió fuelle hasta que descarrilaron los trenes y desparecieron. El calor ya no dilata los raíles, más bien arrasa las azoteas de los caminantes de la Vía Verde del Aceite en hora punta. Y mientras caminas secándote el sudor de la cara, recuerdas cómo llegaban los trenes pitando con su marcheta graciosa hasta la estación.

Miro por la ventana y en el tejado de enfrente, bajo el arco de una teja se protege un gorrión. En el parque, las palomas buscan la sombra de los árboles. El gato blanco del aparcamiento del periódico se tumba junto al seto de los jardinillos, mientras una grajuela abre el pico con ahinco em la rama de un platanero; falso platanero, mejor dicho. No he visto este año golondrinas volando bajo para beber agua de la fuente, en el mismo parque, haciendo alardes aerodinámicos. Ni lagartijas tostándose en la tapia de ladrillos; mucho menos mariposas revoloteando. Han desaparecido.

Quien acude puntual cada noche a la luz del farol de la casa es una salamanquesa que se da un atracón de moscas y mosquitos. Entre el calor y el desarrollo anda el juego. Había un pilar en cada barrio, de agua fresca. Están en peligro de extinción, como las lagartijas. Tampoco se escuchan grillos por la noche. Cri, cri, criii.... Los capturaba y acababan metidos en una caja de zapatos, taladrada con las tijeras para hacerle respiraderos, y alfonbrada de hojas de lechuga, plato favorito del grillo prisionero. No hay jazmines en los patios, ni parras, ni rosales. Con ellos el calor era menos.

Y el río, El Cubo, baja seco desde hace años. Es hora de irse a los pueblos, a cualquiera de ellos. Siempre sorprenden si no viajas con prejuicios. Están de fiestas, otro activo, diría un economista, que tienen pueblos y ciudades. Ese mundo rural espabila que es un primor. La vida es otra en sus calles y plazas. Nadie es extraño en esas fiestas. Y nadie puede dudar que esos pueblos y aldeas son los que nunca le fallan a la provincia. Hacen lo que tienen que hacer y como quieren hacerlo. Sebuscan la vida y la aprovechan. Un enólogo de las sierras del norte vende botellas de vino que él mismo hace a 250 euros y agota toda la producción. Un diplomático monta una casa rural de ensueño. Un fotógrafo polifacético hace dulces contra el mal gusto. Un técnico de sonido canta sin cobrar un duro sin que le tenga que envidiar nada a Sabina o a Antonio García. Un ventero de la sierra sur prepara un cochinillo que se deshace en la boca y hasta organiza su propia romería. Hay británicos diseminados en la zona y empresas que sorprenden por su pujanza y atrevimiento. En Mágina hasta hacen ginebra a escala industrial. Por las Nuevas Poblaciones un paté envasado con acierto bien parece una crema de alta cosmética. Triunfa cada año en París.

Este no es el problema de Jaén, elproblema es que hay que preservar este mundo y repoblarlo. La provincia necesita una mano de barniz ilustrado: colonizarse mientras abre nuevas oportunidades para los que se fueron y para que no se marchen los que quieren poner tierra de por medio. Por cierto, esa otra serpiente con lengua de fuego, también de verano, es muy peligrosa. Lo sabemos a ciencia cierta. Quita vidas, haciendas y patrimonio. Los expertos alertan de que urge afrontar con determinación la gestión de nuestros montes y bosques. Su abandono es una causa principal que incrementa el riesgo y la virulencia delos incendios; causa también en buena parte de la desploblación en el mundo rural. Hay menos gente trabajando en los bosques y eso ha tenidos dos efectos: que los inciendios tienen más combustible para quemar y que la masa forestal, en contra de lo que puede creerse, ha crecido en España en las últimas décadas. El manejo y la gestión de los espacios forestales no sólo debe preservarlos, sino que serían una fuente considerable de riqueza y empleo, con gente en sus pueblos...

El gorrión ha dejado su refugio bajo la teja y la salamanquesa debe estar preparada para devorar mosquitos en cuanto se encienda la luz del farol. Los feriantes dejan sus caravanas para ir al ferial. Madrid bulle con la gran fiesta del orgullo LGTBi; no deja de decirlo la televisión. Las vecinas del barrio se preparan para salir a la calle con sus sillas y hamacas. Hay dos o tres horas de tertulia por delante en la acera, junto a los portales, sin prisa para irse a la cama. Lo que no he querido mirar es cómo va el parte de guerra de la operación salida de Tráfico, otra serpiente venenosa.

Es cierto que esta semana ha refrescado, pero la mujer del tiempo ha dicho que este lunes vuelve a apretar el calor. Miedo me da.