Sí importa. 25 de noviembre

01 dic 2016 / 12:02 H.

S uperado ya el bombardeo publicitario del 25 de Noviembre del Viernes Negro (me niego a ponerlo en inglés), para incitar al personal a iniciar la enloquecedora carrera del consumo por encima de nuestras posibilidades, hoy se puede retomar esta fecha como el “Día contra la violencia de Género” (el femenino, claro). No es la primera vez que escribo sobre esta terrible violencia que tiene como víctima siempre a la mujer, o a los hijos de la mujer, o a ambos. Y la ejerce nada más ni nada menos que el “mal llamado hombre”, sobre personas que han formado parte de su vida personal, y se supone también de la sentimental. No sé, me tendré que informar, pero creo que ese comportamiento no es ni animal. Lo hice por primera vez en el año 1993 con la esperanza de que la lucha y concienciación social eliminarían a medio plazo, esta lacra que nos come por los pies. En aquellos años, la ilusión por cambiar las cosas, nos dotaba de una energía casi indestructible. Cierto que la acción de los poderes públicos en esta materia está siendo fundamental, pero veintitrés años después el número de mujeres muertas a manos de esos “hombres”, aunque ha descendido, sigue siendo alarmante. Crece el número de denuncias, en nuestra provincia de Jaén un 11%, pero la protección a las víctimas sigue teniendo agujeros negros. Sigo sin compartir que en estos casos sean las mujeres, las víctimas, las que tengan que abandonar sus hogares, entorno y familia para ir a refugiarse con sus hijos a las Casas de Acogida de Mujeres Maltratadas (que por otro lado están salvando vidas), y no sea el maltratador el que tenga que alejarse. Es la mujer, es la víctima la que tiene que sufrir esta suerte de extrañamiento. Que sean las víctimas las que tengan que huir y no los delincuentes es, además de injusto, extraño. Muchas mujeres estamos hartas ya de manifestaciones, de poner velas y flores, de representaciones sobre esta violencia que las mata. Nuestro grito de nada sirve si no es un grito unánime. Es la sociedad en su conjunto la que debe de denunciar, despreciar, aislar y señalar a ese tipo de tipos. Hay que dejar a un lado mover a la pena por los horrores que sufren. La lucha contra esta barbarie se debe de hacer desde la convicción y solo desde ella se puede realizar un plan de acción. La violencia contra las mujeres es un terrorismo puro y duro. Sin empezar a llamar a las cosas por su nombre no se podrán acometer acciones eficaces. Terrorismo es “la sucesión de actos de violencia, ejecutados para infundir terror”, y ese es exactamente el propósito y lo que hacen los asesinos de mujeres: aterrorizar para dominar, y si no da resultado... matar. Afortunadamente se aprobó una Ley de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género (Ley Zapatero) en año 2004 y esta Ley fue decisiva para sacar del silencio la violencia contra las mujeres. Doce años después se hace necesario dar un paso más. Igual que dio resultados el Pacto de Estado para vencer el Terrorismo de ETA, se hace imprescindible un Gran Pacto de Estado para Vencer el Terrorismo contra la Mujer. El ámbito no es “estrictamente familiar”, afecta a todo el país, afecta a todos los españoles y españolas. Muy miserable hay que ser, para no entender la dimensión del problema.