Siento envidia

14 nov 2016 / 11:47 H.

La envidia es uno de los peores sentimientos que puede albergar el ser humano. En mi fuero interno llevaba años pensando que no era una persona envidiosa, pero he de reconocer, y a estas alturas de mi vida, que sí que lo soy. Así es. Señores, señoras, soy un hombre envidioso. Y digo esto porque siento una profunda envidia al ver comportamientos admirables en algunos de nuestros propios congéneres. Siento envidia de la gente comprometida, de las personas que claman en las calles, o donde haga falta, por mejorar las condiciones de vida, las suyas propias y las de sus convecinos. Me corroe la envidia cuando veo actuar, hacer, no solo decir. Envidio a los hombres y mujeres que se sienten responsables del mundo en el que viven, de propiciar una vida mejor a sus coetáneos, pero también a las próximas generaciones. Siento envidia de quien hace de su queja una acción y no una mera intención. Hace unas semanas, de la cercana ciudad de Granada, nos llegaban unas imágenes que me despertaban este tremendo sentimiento de envidia. Ciudadanos, según leí más de 40.000, llenando las calles y clamando por una sanidad sin recortes, con más recursos humanos, con más recursos materiales. A esta propuesta se han unido profesionales sanitarios y no sanitarios. Todos a una. Por una sanidad digna, para evitar el “troceado” de los hospitales, en contra de la reorganización pública impuesta por la Administración andaluza. Uno de los miembros de la plataforma “Granada por su Salud” aseguraba que esto era el principio de un cambio, en el que son los pacientes y los profesionales los que comienzan a tomar decisiones sobre su salud. ¿Qué quieren que les diga? Envidio profundamente la manera de movilizarse de nuestros vecinos granadinos. En contra, en Jaén, aún cuando tenemos miles de motivos para echarnos a las calles, no lo hacemos. El inmovilismo parece estar impreso en nuestro ADN. Ahora, eso sí, en las barras de los bares somos los ‘número uno’. Protestamos y nos crecemos con una cerveza en la mano, tomando unas tapas, a gusto, entre amigos. Pero ahí queda. A la hora de la verdad no hacemos nada por visibilizar los muchos malestares que nos aquejan. Nuestra provincia se ve atenazada año tras año por la adjudicación de unos presupuestos insuficientes a todas luces, que si los comparamos con otras provincias producen, cuanto menos, el sonrojo. Estas exiguas partidas presupuestarias se traducen en la poca evolución (en algunos casos involución) de nuestras vías de comunicación, carreteras, autovías, transportes públicos (véase el retroceso del sistema ferroviario en tierras jienenses, para echarse a llorar), en las paupérrimas condiciones en las que se encuentran algunos de los servicios que se ofertan. Aquí en nuestra provincia vivimos situaciones a diario que son también para llenar las vías públicas, como lo han hecho mis envidiados granadinos. Contamos con centros de salud, con hospitales públicos, con unidades completas, que están viendo mermadas sus posibilidades, que están sufriendo recortes para la adquisición de material, de utensilios, y que ven, mes a mes, mermadas sus plantillas de personal. Pero aquí no pasa nada. Nadie dice nada, excepto en las barras de los bares. Ahí sí se nos suelta la lengua. Tenemos motivos en nuestros pueblos, tenemos motivos en nuestras ciudades para levantarnos y decir en voz alta: Nosotros también queremos ser ciudadanos de primera. Jaén merece ser de primera. En la capital, el tranvía, sus hospitales, el endeudamiento mayúsculo al que estamos sometidos (y lo seguiremos estando durante años) todos los ciudadanos son solo unos pocos motivos, más que justificados, para clamar mejoras. La envidia que siento no entiende de colores políticos, ni de pueblos o ciudades, entiende de un compromiso con una tierra, la nuestra, la jiennense, que se ve sometida, maniatada, mientras nosotros, los ciudadanos, vemos pasar la vida. En Jaén necesitamos clamar por lo nuestro. Demostrar y hacer palpable eso de que el pueblo es soberano. En Jaén nos ahoga el silencio, cuando por dentro, nos quema el clamor en grito. Disculpen ustedes el tono desde esta tribuna que me ofrece Diario JAÉN, pero es que en estos tiempos de silencio, me puede el ardor de la envidia hacia otros pueblos que hacen suyas la reivindicación y el compromiso.