Sin diálogo no hay vida

16 may 2018 / 08:32 H.

Todo parece apuntar a que el tranvía va a circular por las calles de Jaén en no demasiado tiempo. Una obra molesta y costosa que, a mi juicio, se inició sin el diálogo y consenso suficientes para evitar problemas mayores. Por falta de diálogo lleva el tranvía aparcado años y, si vuelven a circular los vagones por nuestra capital es, precisamente, por el empeño y el diálogo de algunos políticos que han dado ejemplo de cordura, tarde, pero al menos certero. Ya podían haber buscado la solución antes y nos hubiéramos evitado muchos malos rollos.

El que ahora haya acuerdo entre las administraciones es señal de que cuando se quiere se puede, cuando se tiene voluntad y decisión se consiguen los objetivos, cuando se aparcan las diferencias y se busca el bien común, este se consigue. Aunque no es políticamente correcto decirlo, la vida no es una competencia, o al menos no es una competencia mal entendida, pero en demasiadas ocasiones se compite con armas poco éticas y edificantes, y así nos va.

Convertimos los diálogos en enfrentamientos en los que las mentiras o las verdades a medias protagonizan espectáculos bochornosos. El ejemplo del tranvía, no por el tiempo transcurrido, nos tiene que servir de reflexión para darnos cuenta de que las cosas, por difíciles que sean, se pueden conseguir. No ya solo en política, sino en cualquier ámbito de la vida. Si no hablamos no vamos a ninguna parte. En un día gris o una noche oscura, el diálogo sincero es la mejor herramienta para que brille el sol. Con la pareja, con los hijos, con los amigos, en el trabajo, en el centro educativo, en la asociación, en cualquier sitio o lugar, si falta el diálogo falta vida, crecen los problemas y se alejan las posibles soluciones. Que no es fácil dialogar, lo sabemos todos, pero es el único camino con el que se puede construir. Quizás más de uno tenemos que pararnos a recapacitar si sabemos dialogar; quizás más de uno tengamos que dejar la soberbia a un lado, abandonar la altanería y la sinrazón y dejarnos seducir por el noble arte de dialogar, que también se aprende. Los frutos son espectaculares.