Sin perder bocado

14 mar 2019 / 09:44 H.

Se suele decir que los perros que pelean y se muerden por disputarse la comida, cuando no tienen comida de por medio, juegan juntos. En cierta manera, los políticos hacen igual o aún peor, porque estos no pierden la ocasión de sacar bocado en cualquier circunstancia incluso quitándoselo del hocico a los propios compañeros de partido. Se ha visto en las elecciones primarias de Ciudadanos en las que no han dudado en hacerse trampas entre ellos mismos para lo que alguien no dudó en falsificar un buen puñado de votos. Son insaciables, como también ha demostrado Soraya Sáenz de Santamaría. Mucha prisa ha tenido la exvicepresidenta del Gobierno de Rajoy para asegurarse las papas con carne. Tenía dos años bien pagados tras su cese, pero ha preferido utilizar, según se dice, la famosa puerta giratoria y fichar por una empresa cuyo dueño estuvo en cuarentena y tuvo sus más y sus menos con la justicia.

Los partidos mayoritarios no quieren poner fin al recurso vergonzoso de las puertas giratorias porque les interesa mantenerlas abiertas por lo que pueda pasar. Otro dilema muy diferente es el que tiene Carles Puigdemont. Busca una puerta por falsa que sea para poder regresar a España tan campante. Pero no tiene prisa. Vive demasiado bien lejos del conflicto disfrutando como un rajá, demostrando una cara más dura que el hormigón. Él encendió la mecha, inició el fuego independentista y salió huyendo de la quema de una manera poco ejemplar para los suyos, unos colegas que parecen tener una ceguera de conveniencia que no les deja ver nada más que a lo que ellos les interesa marginando totalmente al pueblo catalán. A Puigdemont parece importarle un rábano. Él se considera un héroe en el exilio, cuando lo que cada día coge más fuerza es el sentimiento de que actúa con cobardía. Carles Puigdemont anda buscando —quizás sin mucho interés— la manera de poder regresar a España de rositas. Algunos de quienes le secundaron en su plan secesionista están en la cárcel, siendo enjuiciados de un tema grave. Y él piensa que puede encontrar una puerta giratoria, un disfraz, una excusa, para entrar en un país que dejó incendiado. Busca ahora la inmunidad que concede un nombramiento europeo y pelillos a la mar. Pero incluso si lo encontrara posiblemente le faltaría coraje para volver a España. Tal vez tenga la conciencia menos tranquila de lo que él mismo piensa.