Sobre Bla Bla Car, Uber

23 dic 2016 / 12:34 H.

Se puede hablar de muchos sectores pero, por poner un ejemplo claro, nadie puede discutir que un trabajador como un taxista o un conductor de autobuses cumple y reúne unas condiciones profesionales. Y que esas condiciones deben estar garantizadas por los organismos públicos como por las empresas. Se debe satisfacer, como en tantos trabajos, una normativa vigente. Y no solo debemos pensar en el trabajador, sino también en nosotros, en los beneficiarios o usuarios de ese servicio público; otra cara de la moneda es el aseguramiento y protección de ambos. Frente a esta realidad tan clara, tan simple, nos meten en la piel, en la cabeza, palabras, expresiones, formas sintácticas que adoptamos de forma inconsciente, que aceptamos mecánicamente. Parece algo inofensivo, pero consiguen lo que no son capaces de conseguir la publicidad, los artículos, los discursos, o cualquier cosa que nos llegue a través del sentimiento o del pensamiento consciente. Y todo para asegurar el beneficio de grandes empresas, receptoras de capitales de riesgo, en su mayor parte especulativos, que quieren acaparar ciertos sectores de negocio. Decía el filósofo alemán, Franz Rosenzweig, que el lenguaje es más que sangre. Es curioso como las palabras pueden ser como pequeñas dosis de arsénico. Ingerimos casi sin darnos cuenta el veneno, parece que esa pequeña cantidad no nos produce ningún efecto, y con el paso del tiempo produce el efecto tóxico deseado. Si alguien dice una y otra vez y mil veces “economía colaborativa o cooperativa o solidaria” en vez de “trabajo basura” o “ausencia de derechos”, terminará convencido finalmente de que, en efecto, la economía colaborativa o cooperativa es algo positivo y que es estupenda la explotación de las personas con este tipo de relación laboral. Se altera el valor, el significado y la frecuencia de las palabras para impregnarlas con el veneno que le conviene al sistema económico y político, y se utiliza el lenguaje como en los regímenes más terroríficos que han sacudido la historia de la humanidad, el lenguaje se pone a su servicio y es su medio de propaganda más potente. Estamos saturados del lenguaje de la publicidad, de los escaparates, de los medios de comunicación, de los carteles, pero llama la atención escuchar las conversaciones en el autobús, en el trabajo, en la calle, en los bares. Cuesta bastante encontrar las diferencias, partidarios o detractores, víctimas o beneficiarios, todos parecemos seguir los mismos modelos. Lo difícil es captar esos modelos. Siempre es interesante parar, reflexionar y poner en evidencia los venenos. A estas alturas de nuestra historia estamos al nivel del mundo capitalista desarrollado en cuanto a economía solidaria o cooperativa o colaborativa. Lo que no termina de dejarme patidifuso es la buena imagen y buena prensa que tiene este tipo de relación laboral entre personas que presumen de progresistas o de ser de izquierdas. Su condescendencia con un triunfo más del ultraliberalismo más rancio es alucinante y su participación en este tipo de trabajos es esquizofrénica. Sueños cumplidos una vez más. Los empresarios contratan en esta modalidad de trabajo por horas, el empleado deja de tener beneficios sociales, como su seguridad social, las condiciones de trabajo empeoran hasta límites insospechados y se deja poco o ningún poder de negociación colectiva al reducirse las relaciones entre el trabajador y la empresa a algo individualizado. Y todo esto se realiza enmascarando la realidad con un lenguaje envenenado, con un hermoso y bello canto de sirenas en el que se nos habla de solidaridad, colaboración, cooperación, flexibilidad u optimización de los recursos. Se miente y se manipula sin escrúpulos cuando no se reconoce, y se promueve, este tipo de economía neoliberal que sacude y afecta tan negativamente al mercado del trabajo y que tanto maltrata el bienestar de los trabajadores. La realidad frente a las palabras envenenadas es que rompe precisamente eso, el mero hecho y el mero concepto de solidaridad, de cooperación o colaboración entre individuos.