Tertulias de antaño

18 ago 2018 / 11:06 H.

Supongo que ahora seguirá pasando igual, pero ese vicio maniático tan generalizado que hoy existe de estar pegados al teléfono móvil, es posible que esté acabando también con las tertulias tradicionales que antiguamente cada bar de nuestra ciudad tenía. Grupos de clientes fijos que acudían cada día a la cita en la barra del bar. En ellas se hablaba de la actualidad del mundo y se secaban a colación todos los chismes que circulaban por la ciudad y fuera de ella. Había tertulias, como la de los pintores artísticos, a las que no se podía faltar porque, al que faltaba, lo ponían verde. Una vez escuché decir a Mariano Ozores, director de cine, hijo, hermano y tío de una amplia saga de actores y actrices, que de los únicos actores que en las tertulias no se podía hablar mal eran los Ozores, porque como eran tantos, siempre había alguno de ellos presente.

En mis tiempos laborales también yo era habitual en más de una tertulia que tuvieron su sede según qué época en muy distintos bares, como el Caribe, París, Montecarlo, Las Vegas, Tomás, Miami y muchos más. Era otra época y aquellos tertulianos se han ido perdiendo con el paso del tiempo. Había establecimientos que solían incluso premiar la fidelidad de sus clientes concediendo una insignia al cliente más destacado de cada año. Yo, por ejemplo, recibí la insignia del pub Libra, que durante algunos años regentaron mis amigos Antonio y Rodolfo. Mucho más reciente fue la tradición que creó Pepe Sánchez en su taberna la Empanadilla, en la que los clientes eran distinguidos con la “empanadilla de oro”. Curiosamente siendo Pepe amigo mío fui muy pocas veces a su establecimiento. Eso sí, sus clientes más asiduos, más fieles, eran grandes amigos míos, como Manolo Serrano, Luis “Millones”, Abelardo Méndez, Andrés Robles, Paco Rueda, Juan Ruiz, Juan Antonio y otros varios más. En el año 1987, asistí a la imposición de la “empanadilla” a Manolo Serrano Cobo, quien me invitó al acto. En la reunión había poco más de una docena de contertulios, entre los que estaban todos los que he mencionado antes. El acto tenía fijada hora de comienzo —fue el medio día— pero no de terminación. Y recuerdo que el protocolo de la entrega se inició con un padrenuestro rezado por Luis “Millones” que ejerció de capellán. Hace años que la taberna Empanadilla cerró sus puertas y la mayoría de estas personas ya nos dejaron para siempre