Todo harta

28 nov 2017 / 09:38 H.

Por muy delicioso y exquisito que sea un manjar, si te lo sirven tres veces, cada día del año, llega a cansarte. Te hartas y, lo más maravilloso, acaba por aburrirte. Pues cuando el menú está compuesto de platos más corrientes, menos exigentes y peor elaborados, más profunda es la hartura. Desde que era un niño, entre otras cosas, como el teatro y el dibujo, me ha gustado el fútbol. Estaba deseando que llegara un domingo para ir al viejo Estadio de la Victoria —antes fui a Peñamefécit— para ver al Real Jaén, al que empecé a ser fiel desde que jugaba como Olímpica Jiennense. Han pasado muchos domingos desde entonces, tantos que dio tiempo a que el atractivo por el fútbol fuese decayendo. Por un lado, porque el equipo jiennense pocas veces ha vuelto a realizar el fútbol de aquellos tiempos y, por otro, porque ya nos ofrecen el fútbol hasta en la sopa, en cantidades difíciles de digerir. Y, además, este fútbol de ahora tampoco tiene para mí el encanto ni el sabor del aquel de mis años jóvenes.

Esta sopa futbolística tiene el mismo perecido sabor ya sea cocinada en los fogones de Primera o en los de Tercera División. Un caldo insípido, sin toques de genialidad. Todos siguiendo las mismas recetas que anteponen lo físico a lo cerebral. No les engaño si les digo que me aburro viendo cada fin de semana los partidos de la televisión. Todo sigue un único guion que difícilmente enamora si no es tu equipo el que juega. Ya he dicho muchas veces que si en el fútbol o los toros no hay arte no me interesan. Y hay pocos artistas en el fútbol nacional, porque no todos los ensalzados por los críticos lo son. Siento que los años no perdonen y que vayan retirando a los que para mí han sido auténticos artistas del balón, como sucede con Iniesta que, aunque sirve conservando la esencia, ya se ve algo mermado de frescura para hacer su fútbol exquisito. Me gusta, de los actuales, Isco, que intenta siempre hacer algo diferente, bonito, pero cada día admiro más a Leo Messi, el mejor futbolista de los muchos miles que he conocido. El pasado domingo, ante el Valencia, ese pase que dio a Jordi Alba para que marcara el fabuloso gol del empate fue una obra de arte para exhibirla en todas las escuelas de fútbol del mundo. Y este no fue casualidad sino solo un detalle más del arte que lleva Leo Messi en su cabeza y en sus botas.