Tradiciones sí, pero...

28 oct 2016 / 12:25 H.

Se ha abierto en Jaén un agrio debate, por la reciente decisión de cambiar durante los próximos dos años, la fecha de la carrera de San Antón y de las lumbres al sábado más cercano al 16 de enero, formándose un cisma que por poco tiene que intervenir el Papa para arreglarlo. Se ha apelado a la tradición para tratar de justificar la imposibilidad del cambio de fecha, ya que al parecer, la tradición nos obliga a “non toccare” la data. Pues para decir que “no comparto el respeto escrupuloso a las fechas”, creo que basta con poner un claro ejemplo. Una de nuestra señas de identidad más conocida y querida es nuestra Feria de San Lucas. Vamos a remontarnos a sus inicios. San Lucas tenía como base principal la feria del ganado. Históricamente, se celebraba en conmemoración de la Virgen de Agosto, privilegio concedido por Enrique IV de Castilla a la ciudad de Jaén el día 23 de junio del año 1453; el objetivo de esta feria era aglutinar y ordenar, por motivos fiscales, la multitud de ferias y mercados que se venían celebrando en distintas zonas del Reino de Jaén. El Rey los concentró en una de estas ferias que se celebraba en Jaén entre el 1 y el 15 de agosto, con una duración de cinco días. La Feria de Agosto se mantuvo durante siglos, como feria de ganado. La actual feria de San Lucas aparece en 1805, debido a una epidemia de peste y fiebre amarilla que impidió celebrar la feria en el mes de agosto, decidiéndose entonces celebrarla haciéndola coincidir con una antigua feria menor de ganado vacuno que se celebraba en octubre; costumbre que se asentó durante los siguientes años. Así las ferias de agosto y octubre convivieron durante años, pero por problemas económicos en 1855 quedó solo la de octubre. Los motivos que se esgrimieron para convencer a la población del cambio fueron; que al ser una feria eminentemente agro-ganadera, en agosto había escasez de agua en los abrevaderos, que había posibilidad de epidemias, que el calor era sofocante en esas fechas y además supondría el valor añadido de ser la de Jaén la última de las ferias españolas, lo cual atraería a numerosos asistentes a su mercado y comercio, sirviendo para la compra de los aperos e instrumentos de labranza de la nueva temporada. Al cabo de los años, tenemos que reconocer el acierto, ya que disfrutamos de una feria que enamora, en la que “el problema de la lluvia” para nosotros se convierte en “el encanto de la lluvia”. Es una feria de puertas abiertas, en la que se acoge a todo él que nos visita, haciendo que no se sienta forastero, convirtiéndose desde ese momento en embajador de nuestra tierra. En definitiva, una de las mejores tarjetas de visita de la que disponemos, gracias al cambio de fecha. Los que se aferran a continuar celebrando las lumbres y la carrera el día 16, justifican su negativa diciendo que aunque este año al caer en sábado hayan venido más de 45 autobuses y más de 4.000 corredores de otras pueblos y provincias, amén de los acompañantes, se hayan cubierto todas las plazas hoteleras de la capital y sus alrededores, y haya tenido eco en todas la televisiones de ámbito nacional, dicen que no ha dejado prácticamente ni un duro en la ciudad y además se corre el riesgo de perder esa tradición. También remarcan que con tanta gente no se puede correr bien y la carrera pierde su espíritu competitivo. Puedo afirmar, que los que nos visitaron se quedaron enganchados con el ambiente, prometiendo no solo que volverían, sino que traerían a sus familias para que disfrutasen de la fiesta, y que por supuesto se acercaría a conocer más profundamente a esta gran desconocida en la primera posibilidad que tuviesen. Hay que puntualizar, que el atleta de élite compite sin problemas, ya que toma la salida delante de la masa de corredores; y los que somos aficionados de otro nivel, tendremos tiempo de rivalizar en otras pruebas, ya que esta carrera no es para competir, sino para disfrutarla y vivirla. Los jaeneros, debemos de tener la certeza de que si queremos progresar, no tendremos mas remedio que arriesgar, aunque en principio sea en algo tan baladí como el cambio de una sencilla fecha.