Tres en raya

20 ene 2019 / 11:38 H.

No hay porque descartar a priori cualquier atisbo de esperanza, aunque venga envuelta en papeles viejos de regalos ya regalados. La esperanza es lo primero que pierde el siniestro agorero, el pesimista recalcitrante, y yo, por poner un ejemplo cercano, que no soy precisamente unas castañuelas con patas, me he levantado este año con un cierto alborozo, con un entusiasmo como de bebe probeta. Quiero creer que después de las últimas elecciones, en Andalucía empieza a amanecer, a fin de cuentas los andaluces gozamos de un clima benigno y la mayoría del año exponemos nuestros semblantes al sol, al astro rey, al fabricante de auroras y alboradas, al rector de las amanecidas. Eso sí, cara al sol, pero con muy poquitas placas solares, porque algunos oscuros iluminados (nunca peor dicho) piensan que no son rentables, o demasiado costosas, o sencillamente muy poco interesantes para los intereses de unos pocos. Pero a lo que íbamos, que ya estábamos cogiendo un camino ensombrecido. Tres partidos políticos, tres en raya, una mágica alineación de planetas, han propiciado que los andaluces despertemos de un letargo presuntamente pernicioso, y comencemos a sacar del armario nuestras camisas nuevas, la indumentaria adecuada para afrontar los inéditos e ilusionantes horizontes que se perfilan en lontananza. Ejemplos de trinidades benefactoras hay muchos, que emanan desde el poso fértil de nuestra historia y nuestra cultura, ahí tenemos a los tres mosqueteros, valientes justicieros contra las insidias y asechanzas del taimado cardenal Richelieu, a los tres cerditos derrochando su marraneado ingenio en alardes de arquitectura evolutiva, para evitar los embates del lobo feroz, o a los dadivosos reyes magos que desoyeron a Herodes el infanticida. Justicia, ingenio y generosidad, son espléndidos ingredientes y proveedores esenciales para emprender esta flamante ruta. Vamos a dejar de sostenernos sobre una estaca monocromática, para pasar a apoyarnos en un trípode de añejas y nobles maderas. Todo consiste en conjugar sabiamente las apoyaturas, a saber: yo me apoyo, tú te apoyas, y a mí que... me cuentas. No nos pongamos la venda antes de sufrir la herida, ni presagiemos nublos si no tenemos aún indicios de tormenta. Dejemos que fluyan las aguas mansamente, sin el ímpetu que le procura la borrasca, escuchemos los latidos de nuestro corazón, en este caso, los procedentes de la aurícula y ventrículo derechos. Bienaventurados los que creen, porque ellos serán creídos. Y mientras tanto creo, que en Jaén amanece, que no es poco.