Trump como medida

12 nov 2016 / 11:04 H.

Hay una grieta en todo,

así es como entra la luz”.

Leonard Cohen

Sí, hablemos de Trump, ese giro de guion inesperado. Fue la semana en que descubrimos el peso específico del Estados Unidos profundo. Días para entender que hay ciudades escaparate, como Nueva York, Los Ángeles, San Francisco... que, a veces, son mentira o, por lo menos, no nos cuentan toda la verdad. La trastienda es otra cosa, el fondo de armario siempre estuvo ahí. En esa tierra dura caló un mensaje rancio de agravio, de la supremacía de unos, de la anarquía de otros. Es lo que tiene el voto oculto, ajusta cuentas en silencio y construye muros en privado. El patriarcado de tierra, sangre y bandera en boca de un predicador imposible que conecta con lo más bajo de los instintos. La evolución de la especie siempre en entredicho. Donald Trump tiene el encanto del mentiroso, del zalamero embaucador, del millonario zafio capaz de decir en público las barbaridades que solo escupimos delante del televisor. De Berlusconi a Gil, la figura del hombre hecho a sí mismo, aunque dé igual con qué pilares esté construido el edificio. El discurso de este tipo de ganadores siempre nos genera dudas, pensamos que alguna valía tendrá la criaturica de Dios y somos incapaces de detectarla. En este caso, sin duda, deber ser la arrogancia como virtud.

Alegórico que en esta semana “trágica”, un mestizo musical como Leonard Cohen, abierto al mundo, emigre del país de las barras y estrellas y se pire cantando bajito. Aquí, en una España que no necesita Ministerio de Cultura, el canadiense universal de voz sobrecogedora dijo estar en deuda con nosotros. Gracias a un poeta bajo tierra, Federico García Lorca, encontró su propia voz como creador. Por un azaroso encuentro con un anónimo guitarrista flamenco español, en un parque de su Montreal, aprendió los acordes para su música y con una guitarra Conde daba forma a sus poemas cantados. A falta de un ministro de la cosa para despedir al artista, tomemos prestado un trocito del poema de Joaquín Sabina escrito para mayor gloria de maestro y alumno: “Desnudo como un fraile con sombrero, ni beato ni pagano, tan judío, tan sabio, tan ligero, tan Lorca y tan gitano”.

Me centro, que se escapa la columna. La morcilla de Trump —entiéndase morcilla como frase improvisada de los “actores” cuando se les va el texto— da juego político. De hecho la presidenta, Susana Díaz, quizá sobreactuó al comparar el fenómeno populista de Trump con Podemos, pero quién le pone puertas al fértil campo de la metáfora. Además parece que el millonario de melena otoñal se ha convertido en una especie de escala de Ricther para medir los terremotos políticos del momento. Así que el secretario general de los socialistas, Francisco Reyes, tras felicitar al exalcalde jiennense, José Enrique Fernández de Moya, por su nombramiento como secretario de Estado de Hacienda agregó: “Pensar que quien ha dejado una situación en el Ayuntamiento de Jaén como la que ha dejado va a ser secretario de Estado de Hacienda es casi como para tenerle miedo, es casi peor que lo de Trump”. Después de pasarle la mano por el lomo, “zasca” o palo olivarero que para eso estamos en campaña. Cierto es que el líder popular —autodenominado azote socialista por ser el alcalde más votado en democracia en la capital— seguro que omitió en el currículum los números rojos de este nuestro Ayuntamiento, pero quién no exagera en el currículum. Deseemos suerte en su nuevo cometido al jiennense y si por Jaén tiene que montarse en el metro, se lo perdonaremos. Felicitemos, igualmente a dos hombres que no caben en sí de gozo por aquello del efecto mariposa. Javier Calvente, que al correr la lista del PP, sube al Congreso de Diputados, y a Javier Márquez, por pillar una pedrea económica antes de la Navidad. Algo de luz, en la penumbra financiera del Ayuntamiento.