Un alma grande
Yo llegué al viejo Diario JAEN pocos meses antes de que lo hiciera él, aunque él, Vicente Oya Rodríguez, ocupó una mesa en la Redacción antes que yo, puesto que yo anduve trabajando como corrector en los talleres, desde donde colaboraba con mis dibujos en el periódico, hasta que pocos años después también dispuse de mi mesa en la Redacción, precisamente junto a Vicente y Valeriano Contreras. Había algunos más, pero solo quiero mencionar a los que trabajaban de verdad, amén del redactor jefe, Tomás Moreno Bravo. Vicente Oya era un todo terreno periodístico. Hacía de todo, cubría todos los frentes. Pero allí donde faltaban unas líneas para ajustar una página, allí estaba Vicente para escribir, sobre todo, de Jaén, sus pueblos y sus gentes. Y siempre lo hacía todo con una sonrisa en sus labios. Era otra época en la que la censura cercenaba el talento.
Nuestra amistad comenzó desde el primer día. Era imposible no ser amigo de él. Un hombre sencillo, comedido, cumplidor, leal... Todos los calificativos que pueden adornar a una persona le venían bien a Vicente. Era, sencillamente, un hombre bueno, un alma grande. Fue estudioso de la vida y, sobre todo, de su Jaén. Y todo lo guardaba en su archivo, sin duda uno de los más completos que sobre Jaén y sus personajes, ya fueren ilustres o de a pie, puedan encontrarse. Vicente Oya ha sido uno de los pocos jiennenses ejemplares que yo he conocido en mi vida. Dio más pregones que nadie y conferencias, recitales, charlas, mesas redondas y colaboraciones literarias de todo tipo, porque Vicente no tenía entre su amplio y rico léxico la palabra no. No creo que exista una sola persona en nuestra ciudad que, habiéndole tratado solo unos minutos, no le tuviera afecto y respeto.
Amén de su larga vida periodística y literaria, Vicente dedicó los últimos años de su vida a ejercer una labor humanitaria ejemplar a favor de los discapacitados. Por eso la huella que ha dejado tras su muerte será imborrable y ojalá que la semilla que sembró dé frutos de esperanza. He perdido a un entrañable amigo con el que compartí una buena parte de mi vida profesional y un montón de ilusiones por un Jaén mejor. Ha dejado un hueco muy grande en el seno de su familia y en el periodismo jiennense. Nos deja mil historias nuestras y el recuerdo de su ejemplo y amable sonrisa.