Un amigo bueno
Decía bien Juanito Valderrama cuando cantaba aquello de “un amigo bueno es más que un hermano”. Muchas veces, así es. Pero no crean que es fácil porque aunque por estos pagos jaeneros seamos abiertos, simpáticos y acogedores y a las primeras de cambio llamemos amigos a quienes nos acaban de presentar, tener un amigo bueno, leal, incondicional, dispuesto y desinteresado no es moco de pavo.
De estos entran pocos en la vida de una persona, por larga que sea. Son tan escasos que hasta a la propia estatua de la Venus de Milo le sobrarían dedos en las manos para contarlos. Por ello se suele decir también que “quien tiene un amigo, tiene un tesoro”. Hay que tener cuidado con este refrán porque hay quienes lo toman al pie de la letra e intentan exprimir en propio beneficio ese “tesoro” que representa un amigo. Viene esto a colación porque un amigo, bueno de verdad, de esos sinceros, discretos, serviciales, de los que no saben decir no cuando se le pide algo que él tenga para darte, acaba de ser nombrado oficialmente cronista oficial de la provincia.
Para Vicente Oya Rodríguez, a quien me refiero, esto ha sido eso, un formulismo oficial, porque él viene ejerciendo de cronista de cada uno de nuestros pueblos y de nuestra ciudad, por vocación y por pasión desde que empezó en el periodismo hace ya casi 60 años, precisamente casi al mismo tiempo que yo. Ambos coincidimos siendo muy jóvenes en el viejo Diario JAÉN, aunque nuestro cometido entonces era diferente. Vicente era el que más escribía en aquella Redacción y el único que pateaba la calle o buceaba en la historia en busca de la noticia o del tema actual. Y era curioso, aunque él tan discreto nunca lo dice, que no todas sus informaciones las firmaba él, sino que eran otros los que se arrogaban el mérito poniendo la firma al trabajo ajeno. La trayectoria periodística de Vicente Oya ha sido tan sencilla como hermosa. Siempre ha ejercido de jiennense desde que naciera en Cambil en 1939.
El amor a su tierra rezuma en sus artículos costumbristas y de investigación y su enorme humanidad emerge a borbotones en sus semblanzas sobre nuestras gentes y en su entrega al servicio de quienes necesitan ayuda, consuelo y el calor de una mano amiga. Ser amigo de Vicente es una de las cosas de las que más orgulloso me siento en esta vida.