Un gran caballero

02 mar 2018 / 09:32 H.

Cuando se llevan tantos años, no solo viendo, sino viviendo el fútbol de cerca, se pueden recordar miles de nombres de jugadores. Si se trata de rememorar solo a grandes futbolistas, los nombre siguen siendo numerosísimos, pero menos. Y si lo que intentamos es rememorar el recuerdo de ilustres —en el fútbol también se puede ser ilustre— caballeros que dignificaron el fútbol, el número ya se reduce a unos pocos. El primer gran caballero del deporte que yo conocí fue Ángel María Arregui, símbolo y gloria de la historia del Real Jaén. Fui yo quien le hizo la última entrevista —y me dio una lección de cortesía— pocos días antes del fatal accidente que le costó la vida, llenando de consternación a todos los jiennenses, aficionados o no al fútbol. Sus muchos años de permanencia en nuestra ciudad, en la que se quedó a vivir hasta el último día de su vida, le valieron el respeto y la admiración de toda la ciudad que nunca le olvida.

Emilio Butragueño fue otro gran jugador que se ganó merecidamente la vitola mundial de caballero del fútbol. Hoy, en el fútbol actual, es Andrés Iniesta el que acapara ese título. Un jugador admirado, querido y aplaudido por todas las aficiones de España, sean del color que sean. Recuerdo también que, además, conocí personalmente a Enrique Castro “Quini”, aquel ariete del Sporting, Barcelona y de la selección española, impetuoso y goleador, pero de una nobleza ejemplar que le hacía ser respetado en todos los terrenos de juego. Hizo visitas a nuestra ciudad como jugador y como delegado del Sporting de Gijón en varias ocasiones. La última fue el 15 de marzo de 1984. Recuerdo que el encuentro Real Jaén-Gijón estaba a punto de comenzar y él aún estaba en los graderíos atendiendo a los aficionados jiennenses que le abrumaban con sus muestras de simpatía y admiración.

Pese a sus prisas, no perdía la sonrisa ni siquiera cuando me acerqué a él y le dije que pasase al local de la Peña “Las Batallas” para posar con un grupo de peñistas. Y Quini accedió amablemente. Ahora miro la fotografía y me cuesta creer que Quini ya no esté entre nosotros. España entera ha llorado su repentina muerte, especialmente en Gijón, el club de su vida, donde Quini era adorado como figura del fútbol y como persona. Un asturiano universal que nunca será olvidado porque con su muerte ha pasado a formar parte de la legión de los héroes, de los elegidos.