Un impuesto eficaz

09 feb 2018 / 09:05 H.

E l Gobierno español tiene un hambre voraz de impuestos. Las necesidades del país, lejos de ir aminorando, están creciendo. La desigualdad social aumenta cada día más. Y a pesar de que son muchos los agujeros por los que se escapa el dinero de manera vergonzosa, también es verdad que las necesidades son mayores y más exigentes. Son muchos los problemas monetarios que tiene Rajoy, como el de las pensiones —uno de los más urgentes y vitales—, y nuestro paisano Cristóbal Montoro no acierta a crear nuevas fuentes de ingresos, entre otras cosas, porque no se quiere molestar a los que más tienen y debemos ser los demás, los que no nos llegan el sueldo a fin de mes, los más sacrificados, cargando con los impuestos sobre productos más vitales, y algunos de esos impuestos tan inexplicables e injustos como el de la luz.

Si no fuera mucho pedir, y exigiéramos que nuestros políticos pensaran alguna vez, especialmente en el bienestar de nuestra sociedad, seguro que encontrarían cosas susceptibles de sufrir un impuesto, porque los humanos las usamos sin medida, sin necesidad, sin pensar y sin ton ni son. ¿No se podría poner un impuesto a las palabras? Sí, algo así como cuando ponemos un telegrama. Hay gentes que hablan hasta por los codos sin saber, en la mayoría de los casos, lo que dicen. Personas que utilizan el verbo para molestar, para decir sandeces, para crear conflictos. Y no se cortan una miajita porque es algo que les sale muy barato. Por ejemplo, Piqué, el jugador del Barcelona. El hombre, que no se contiene ante una entrada decidida al adversario, menos aún se contiene a la hora de hacer declaraciones destempladas, tontas, que siempre llevan escondidas unos cuantos aguijones. Con lo miraos que son los catalanes para la pela, ¿no sería bueno un impuesto para los que no saben quedarse callados de vez en cuando?

Claro que este impuesto le daría igual a Puigdemont, porque bien se ve que él lo tiene todo a partes pagados. O Jorge Wesrtringe, el profesor aspirante a mandar y llevar la voz cantante en cualquier partido. Serían muchos los políticos que se moderarían y serían más consecuentes con lo que dicen y prometen. Aunque quizás este sea el motivo por el que Montoro no pone en vigor este impuesto, porque muchos de sus colegas y él mismo se verían obligados a pagar. Este, y el hecho de que los más humildes, deben tener la boca cerrada y pagarían poco.