Un Jaén a medias

03 jun 2017 / 11:35 H.

Lección de política y geografía a la hora de la comida, sin quitar el mantel. Será por deformación profesional, tradición o por el pequeño dictador “trumpero” que todos llevamos dentro, que ver el informativo cercano y lejano es obligatorio en casa. Con el dudoso afán de hacer entender al resto del clan que la televisión también puede reproducir realidades en blanco y negro, más allá de los dibujos saturados de color y las risas enlatadas. Incluso con las debidas acotaciones y notas a pie de página, en función de la edad de los cachorros, la lección siempre es considerada, cada día, como aburrida. “Otra vez lo mismo”. Los votos de calidad, no obstante, se imponen y, además, los compromisarios, en última instancia, siempre podemos esconder el mando. Compartir tu mesa, aunque sea catódicamente, con la caterva de ladrones que desfilan por los informativos, bien podría tener alguna dispensa, si el Papa no puede, al menos que Cristóbal Montoro nos diera puntos para desgravar en la declaración de la renta. Una campaña algo así como: “Sentar un chorizo en tu mesa, te renta”. El caso es que en la misma tajada, una vez aclarado que los de los esposas metieron la mano en nuestra hucha, la conversación puede llevarnos desde los aledaños del nuevo centro de salud del Bulevar hasta el mismísimo estadio de Cardiff, o cuestionarnos por la ubicación geográfica de Panamá o las Islas Vírgenes.

El nuevo y coqueto centro de salud estaba a punto de convertirse en el imaginario de los “bambinos” en un nuevo Museo Ibero, otro edificio público por el que pasar junto a él y preguntar cada semana, mes y año: “¿Qué era eso papá? ¿Cuándo lo abren? ¿Por qué está tan feo? Bueno, pues ya está abierto, tras el largo retraso reconocido por la propia Junta de Andalucía, esta semana se “inauguró” —mejor así de tapadillo, cuando no se cumplen fechas— en un entorno “bélico” que conocen bien los vecinos de la zona. Tiene esa maldición esta ciudad de no rematar nunca la faena, de dejar las cosas a medio hacer. Una ciudad de solares. Que el Ayuntamiento no haya sido capaz, con el retraso incorporado que llevaba la construcción del centro de salud, de acabar la dichosa calle Cataluña es un agravio que bien pudiera esgrimirse para independizarse. Cansa esta dejadez, esa falta de centrarse en lo relevante, tomen decisiones, aunque sean dolorosas, prioricen y salven la ciudad de convertirse en un lejano y desgarbado territorio comanche.

Varias generaciones de jóvenes jiennenses crecen en una capital precaria, con unos servicios públicos cogidos, en muchos casos, con unas pinzas que se ven. Duele, pero es difícil explicar una desidia que se acaba interiorizando. Sin duda, y aunque en los colegios se siga divulgando la bonita leyenda del Lagarto de Jaén, también debiera incorporarse por su contemporaneidad la del tranvía, un mito con el que varias generaciones de jiennenses conviven. Ese monumento a la dejadez que nos recuerda que vivimos en una ciudad fallida, una ciudad a medias si lo prefieren.

En la confianza de que Jaén es una balsa de aceite, da la sensación de que nuestros gobernantes no son conscientes de que existe un malestar profundo en la ciudadanía que les pide más, mucho más. Las últimas cifras sobre inversión pública, facilitadas por el Círculo de Empresas Andaluzas de Construcción, Consultoría y Obra Pública (Ceacop), en la provincia en 2016 no dan ni para un buen mantenimiento de las infraestructuras que Estado, Junta, Ayuntamientos, entre otras administraciones, tienen en la provincia. Unos raquíticos 42 millones de euros, frente a los casi 685 de 2008. ¿Es que Jaén no requiere más esfuerzo público para dotarlo de las mismas infraestructuras que el resto de provincias españolas y andaluzas? ¿Es que Jaén solo se contenta con las migajas presupuestarias de otros? Jaén se merece más, pero o ejercemos de ciudadanos todos los días o la maldición continuará, otra leyenda sin fin.