Un proyecto posible para la provincia

27 sep 2016 / 19:00 H.

Está claro que si echamos la vista atrás, la provincia de Jaén ha cambiado mucho: en infraestructuras de comunicaciones; tenemos una pujante Universidad (importantísimo para la igualdad de oportunidades); tenemos una tecnología puntera en la producción del aceite de oliva; tuvimos una industria estimable en automoción, en muebles de madera, producción de ladrillo y cerámica. Tenemos también algunas instituciones culturales que han apostado por hacer una provincia cultural y turística, pero no puedo evitar la sensación de que sí salimos bien parados si nos comparamos con nuestro propio pasado, pero no ocurre igual si nos comparamos con otras provincias de nuestro entorno. Ahí las cosas se ponen mal. Algo ocurre cuando seguimos sin despegar como si de un malditismo fuésemos víctimas. Y hablo de la provincia en su conjunto, incluida la capital.

Oyendo —o leyendo— comentarios sobre esta interminable e inútil campaña electoral en que se ha convertido la política española, tropiezo a menudo con expresiones que se arrojan unos a otros sobre la falta de proyectos para España. Y me pregunto si hay o tenemos un proyecto real y posible para Jaén, nuestra provincia.

Sí, ya sé que la realidad posmoderna no es única, ni redonda, ni está acabada, ya que solo podemos captarla a fragmentos como ráfagas inconexas entre sí, pero no me resigno a comprobar si hay diagnósticos de nuestros males y sobre todo si hay planes para superarlos más allá de la publicitación de los mismos.

Pregunto a los que saben de estas cosas y me dicen que la Fundación Estrategias para la Provincia de Jaén tiene un análisis pormenorizado de necesidades y proyectos, pero me barrunto que no hay un inventario claro de lo que perdimos desde la crisis que se inició a finales del año 2007. Y yo lo que veo —y me cuentan— es una industria muy disminuida; que le seguimos dando vueltas al recurso de siempre, el olivar, a lo que se añade un turismo interior, escaso en pernoctaciones y demasiado pronto con exceso de oferta hotelera. El triste caso es que antes y después de la crisis estamos a la cabeza en el desempleo, en la precariedad en el empleo y en la falta de expectativas para los jóvenes y los menos jóvenes. Pregunto y me dicen que llevamos unos años con una nula o mínima inversión privada. Me enerva la pasividad social.

Leo en este diario y en otros medios escritos, escucho las emisoras de radio y, estando informada, me cuesta trabajo poner rostro y nombres a nuestros representantes políticos. ¿Tienen un lugar donde se pueda hablar con ellos que no sean las instituciones y sedes de los partidos a las que sirven? ¿Fomentan la participación social fuera de las campañas electorales?

Me sigo preguntando si hay pactos o siquiera colaboración entre instituciones para culminar proyectos, para tejer horizontes, o al menos para poner en marcha algunas de las infraestructuras acabadas y no derruidas por el paso del tiempo... porque el tranvía de la ciudad, abandonado, es un monumento al desacuerdo y a la rivalidad.

¿Y la inversión pública? Leo que por fin va a terminar este año la construcción del Museo de Arte Ibero y leo también que en 2006 se puso la primera piedra, “tras estar hablando del proyecto desde once años antes”. Doy fe de haber participado en la recogida de firmas en la puerta de la antigua cárcel con otros ciudadanos y, como estamos en 2016, llevamos en total veinte años desde que se ideó. Consulto los manuales que señalan que San Lorenzo del Escorial tardó en erigirse en su primera época veintiún años (1563-1584). A veces pienso que en esta provincia somos únicos para batir los records negativos.

Jaén merece un análisis serio si de verdad creemos en nuestra tierra. Proyectos reales y ambiciosos que traspasen legislaturas y colores políticos, para salir del furgón de cola.