Un sillón hipotecado

05 jun 2018 / 08:41 H.

Ni se lo creía Mariano Rajoy ni se lo creía el mismísimo Pedro Sánchez. Era difícil creer que la moción de censura pudiera prosperar tal y como anda de distanciado y revuelto el gallinero nacional. Rajoy se confió y no puso el énfasis preciso en defender la honestidad de su partido, aunque es muy posible que no tuviese argumentos para frenar lo que se le venía encima. Que el Partido Popular estaba mereciendo ser apartado del poder era una realidad tangible. Las quejas y las protestas le salían por todas partes. Lo que preocupa es lo que pueda venir después de este cambio tan rápido e inesperado. Porque no creo que en el panorama político exista, ahora mismo, un partido con capacidad para poner orden en todos los desatinos que tienen a España sumida en un desencanto casi generalizado. De pronto, hemos abierto las puertas a junio, con un nuevo presidente que parece tampoco tenía las cuentas bien hechas quizás porque no esperaba este desenlace, y se presenta presuntamente sin un programa riguroso, bien estudiado.

Se presenta con una minoría parlamentaria aplastante que hace temer que Pedro Sánchez, que seguro ya se ha hipotecado Dios sabe cuánto para obtener la mayoría que derribara a Rajoy, deberá seguir hipotecándose con cada uno de los partidos para poder alcanzar cada acuerdo. Un Gobierno con más de 20 partidos no será fácil de entender ni de manejar, conociendo las apetencias —algunas intolerables— de esos grupos minoritarios, que en estas circunstancias se harán imprescindibles y por tanto fuertes. Ahora la expectación es máxima porque, en estos días, el nuevo presidente deberá repartir la tarta, es decir, formar gobierno.

Sánchez no lo va a tener fácil. Es posible que intente formarlo solo con miembros de su partido, el PSOE, pero sabe que de hacerlo así, estará en inferioridad en todas las votaciones. Si en el nuevo Gobierno entran políticos de otros partidos no será fácil la elección porque la voracidad es grande. Todos desean un trozo de la apetitosa y tentadora tarta del poder. Y tampoco será sencillo encontrar consensos en aplicación de los programas, porque cada quien buscará aplicar el suyo, aunque no lo tengan muy claro. No, no le va a ser fácil a Pedro Sánchez gobernar. Aún así, ojalá acierte y este cambio no sirva solamente para colmar sus apetencias personales. La sociedad española no está para aguantar más frivolidades.