Una cruel y mísera guadaña

04 abr 2016 / 17:00 H.

Bombas en Bruselas, terroristas suicidas, gente inocente que muere, familias que lloran de impotencia y un grito de dolor que nos desgarra. El fanatismo está presente en cada país, en cada calle y en cada vida, creyendo que se ha de morir y sobre todo de matar en honor a esa verdad absoluta que no es más que otra falacia, otro dolor desdibujado que mancha y rompe el corazón y las ilusiones de tantas personas. Sentimos pánico al leer la noticia y hacemos gala de una ridícula solidaridad: todos somos Bruselas, o París o lo que toque. Pero poner una bandera en nuestro muro de Facebook no basta, esas nimias muestras de solidaridad no bastan. Tras unos días queda en el olvido, hasta la próxima. Pero el dolor de las familias quebradas no acaba. Exijamos a nuestros gobiernos que actúen, que acaben con el pavor que nos aterra y nos hace cerrar los ojos ante una situación que, lejos de acabarse, se acerca con su cruel guadaña, riéndose con sorna de nuestra debilidad.