Universidad como foco identitario

01 oct 2016 / 16:35 H.

Yo vine a Jaén cuando se creó su Universidad, como tantos otros profesores que empezamos en aquellos años, yo era inmensamente joven. A lo largo de estos años he crecido a la par que la institución y se puede decir afirmativamente, que siempre nos hemos sido leales y aunque hemos tenido muchos momentos de crisis, la relación ha sido, habitualmente, más que positiva. La Universidad de Jaén es un proyecto social, político y económico que supera con mucho el ser un espacio de educación superior. Aunque en lo fundamental es lo que es, un foco de conocimiento, de discusión y prosperidad para todos los jiennenses, es obvio que nació como tantos proyectos de este tipo con la firme creencia, casi en forma de sentimiento, de ser un espacio identitario, tanto como foco de lo que somos, tanto más como constructor de lo que seremos. Con tal empujón ha funcionado durante muchos años y, aunque ese primer impulso es hoy muy secundario, no es menos cierto que sigue quedando ahí su profunda mirada a una provincia que es compleja y difícil, llena de valores y no menos contradicciones, y que desde la Universidad se quiere conocer, explicar y, por qué no, transformar.

Lejos queda la mirada de ese puñado de profesores que con su empeño y determinación consiguieron la independencia —extraña palabra para referirse a un proceso de separación— de esa otra casa de estudios que es la de Granada, concluyendo una mirada al territorio andaluz que disponía de al menos una universidad por provincia, con una singularidad y fuerza que al día de hoy puede decirse que es algo muy positivo para lo local. Porque si de algo podemos presumir hoy en Jaén, no es sólo de la calidad del aceite, de nuestro patrimonio o de la calidez de las gentes que en esta tierra habitamos, sino de tener una universidad fuerte, profesional y que, en su interior, alumnos, profesores, administrativos y técnicos trabajamos por la excelencia, el reconocimiento y la calidad. De hecho, no digo nada nuevo si afirmamos que en un mundo, el de la universidad, tan complejo y controvertido, tan atribulado y desconocido, tan competitivo como despiadado, la de Jaén pasa el corte más que con nota. Y a los que trabajamos en su interior se puede afirmar que nos anima un pensamiento constructivo, crítico y sincero que para mí quisiera en la empresa privada o en otras partes de las instituciones públicas. Quitando cuatro excepciones, puedo poner la mano por mis compañeros de que no sólo dan lo mejor de sí mismos, sino que lo hacen con agradecimiento y entrega. Y ahí están los resultados en forma de grupos de investigación, publicaciones y satisfacción del alumnado.

Sin embargo, poco más podríamos decir sino fuera porque la universidad también tiene su cara oculta y es más que criticable, la voluntad de que su vocación de libertad, servicio y calidad está puesta en venta en función de los nuevos aires neoliberales que corren no sólo por Andalucía, el Gobierno central o Bruselas, sino por la mentalidad de gran parte de aquellos que desde su labor de gobierno dirigen nuestros destinos como docentes, profesores, alumnos y administradores. Y así, la Universidad de Jaén, a pesar de ser una de las instituciones más transparentes de la provincia, esta ha tenido desde su nacimiento una vocación por el ladrillo que no está dentro de los parámetros de lo normal —pensemos que lo normal es aquello que la razón nos ilumina—. Obvio que esta Universidad ha vivido al pairo del proceso del ladrillo y si no fuera por el auge que supuso el sector de la construcción en los 90 y parte de los 2000, aquí no hubiésemos podido desarrollarnos a la enorme velocidad que lo hicimos. Pero también es verdad, que lo hicimos hipotecando nuestro futuro y en relación con unas empresas que les daba igual que fuésemos una universidad o una churrería. Y luego la crisis del sector que a nosotros, por igual, nos dio en la línea de flotación. Tampoco quisiera pasar por alto que los gobiernos de los dos últimos rectores, el proyecto de personal y las líneas de trabajo que se han abierto, mantenido y apoyado han sido de un constante recorte y precarización. Claro, que el discurso ha sido siempre justificativo y ha echado los balones fuera, pero el caso es que el proyecto de los que la dirigen es una obsesión tal por el emprendimiento, el ladrillo, la individualidad de los miembros que la componen y la gobernanza. Todo ello, sin debate y sin tener en cuenta las voces diferentes, simplemente empujadas por la marcha de los tiempos —y ojalá mis palabras sólo sean una exageración, aunque me temo que no es así—. Ya que al final es evidente que todo esto nos lleva a una universidad semiprivada, plegada a los intereses del mercado y, lo peor de todo, tan mediocre que de nada podremos valer para el conjunto social de los jiennenses.