Uno de los 7.000 defraudados

24 jun 2017 / 11:19 H.

Con permiso de Ronaldo y Montoro que nunca defraudan a nadie, siempre dan espectáculo, hoy desayunamos con los morosos con la Agencia Tributaria, con Hacienda, que somos todos, salvo aquella princesa triste que iba por libre y tenía licencia para no saber. Los famosos, a poco que les aprietan las cuentas, se ponen farrucos o, mejor dicho, se ponen en modo Lola Flores. Te montan un espectáculo, se enfadan, amenazan con quedarse a vivir en Andorra y lamentan el trato recibido, con todo lo que ellos hacen por España. España, sin embargo, no les pone para tributar y así cualquiera que tiene cuatro perras busca los atajos legales y otros más sinuosos para alejar su fortuna del olfato canino de los inspectores. Tenemos tanta empatía con nuestros faranduleros que no sorprende, por ejemplo, que ante la evasión, fiscal, de Messi triunfara en el corral de Twitter aquel #TodosSomosLeoMessi o que alguien sin estar enajenado sea capaz de marcarse un “change.org” por la escuadra para perdonar la deuda al hombre que se enfadaba con su sombra, Cristiano él. Aunque la terapia de grupo sea inútil, quizá a esas mentes brillantes haya que recordarles que su operación sanitaria, si no es urgente, en Cataluña o en Castilla, se dilatará más allá de los 115 días de espera de media porque no todos somos Hacienda, aunque sí Messi o Ronaldo, según el subidón. Tenemos una vena pirata que para sí quisieran los del brexit.

Pero lo que se dice sudar la camiseta y otras prendas más íntimas y sentirse, a la postre, defraudado es la sensación de los jiennenses que salieron a la calle para luchar contra los elementos. Vamos a dejarlo en 7.000 los que lentamente enfilaron la Plaza de la Constitución con el ánimo melancólico de que “Jaén merece más”, aunque sea sombra. Con cuarenta grados es difícil coordinar una buena consigna, así que cada cual gritaba lo suyo o andaba ensimismado comprobando el pésimo estado del empedrado del tranvía. La ciudad salvó el honor, algo que en Renfe a las 19.00 horas no se daba por hecho, aunque era un día para salir a ganar, aunque sea la calle. Me parece que le doy vueltas a decir que hubieran hecho falta otros cuantos miles más. Aunque si se tiene en cuenta que el siempre asombroso poder de convocatoria de los partidos no tocó a arrebato, más bien al contrario, no hubo autobuses pagados y que estuvieron a punto de pasar lista en las sedes... Bueno, pues eso, la botella de agua estaba llena. Pero lo peor estaba por llegar.

La derrota, como siempre, llega el lunes al comprobar que después de la efervescencia y la camaradería de sudar juntos en y por Jaén nada cambiaba el curso de las cosas. Los políticos jiennenses tuvieron el séptimo día para reflexionar, pero se plantaron en sus quehaceres el lunes sin realizar un ejercicio público de perdón. El Rey emérito, sin ir más lejos, por un elefante mal cazado, pidió perdón con más énfasis y dimitió a su manera. Tampoco se pedía eso, solo que por una vez cogieran el testigo de la calle. De esa muestra variopinta de ciudadanos que mostraron su rechazo a esta situación insostenible. Sin embargo, la mayoría de los políticos se hizo un “shakyra” y ciegos, sordos y mudos siguieron leyendo papeles. Hubo quienes echaron balones fuera, otros, al menos, dijeron tomar nota y una basta mayoría optó por un silencio inane.

Y aquí estamos otra vez, una década después, a vueltas con el puñetero museo, la propiedad de los terrenos y cualquier otra boludez burocrática que se tercie. Ahora el alcalde quiere quedar para arreglarlo... No hay prisa.