Viaje a la Luna

No son fáciles los preparativos, pues hay que planificar en papel muchos imprevistos. Pero la planificación previa es inevitable, es un acto de creatividad continua y desbordante, sin límites, sin barreras y sin prejuicios. Es más fácil cuando se cuenta con equipos con experiencia anterior en el alunizaje, pero hay tantas variables que influyen en el proceso para volver a realizar el viaje que, lo que garantiza llegar, no es tanto el curriculum de las personas como su compromiso e implicación con el proyecto. Así no solo es más eficiente, sino también más gratificante para los equipos. Tampoco es fácil encontrar los recursos financieros para controlar todas las variables ni satisfacer todas las necesidades del proyecto. La escasez agudiza el ingenio, alienta la existencia de propuestas y permite aventar lo importante de lo superfluo. Toda nave que viaje a la Luna ha de dividirse en fases, y cada fase, tiene que lograr impulsar a la siguiente permitiendo que cada una centre los esfuerzos en sus especialidades. No obstante, en todo viaje a la Luna, la parte más complicada es la salida de la atmósfera, evitando la gravedad que atrae hacia el punto de partida y la posibilidad de salir con errores de dirección o velocidad que puedan hacer fracasar la misión. Tan demoledor y frustrante para todos los integrantes de la misión es, no solo volver atrás, sino también salir de la gravedad sin coger la órbita planificada. Esa es la función de la fase primera. Pero una vez que se ha conseguido encarrilar la nave, es necesario para llegar a la Luna que se desprenda esa fase primera, para así evitar que peligre la misión por el agotamiento de su energía. Habrá muchas más dificultades en el viaje, pero ya no será un lastre. Mientras se desprende esa fase avista con orgullo cómo se aleja el resto hacia la Luna. Es simplemente una fase, que ha tratado de ayudar a las demás. Lo importante es que llegue a la Luna la cápsula, no las fases que la impulsan. Para Julián y José Luis, con admiración.