Vivir más y vivir mejor

16 oct 2018 / 12:01 H.

No me resisto a escribir unas líneas en este mes de octubre sobre uno de los temas que ocupa parte de mi activismo social en los últimos años y que es uno de los desafíos más importantes del siglo XX: los derechos humanos de las personas mayores y la lucha contra la discriminación por razón de edad. Con motivo del 1 de octubre, Día Internacional de las Personas Mayores, la Fundación Helpage celebraba en Valencia el II Foro Internacional “Vivir más y vivir mejor”, un encuentro donde se volvió a poner de manifiesto un nuevo enfoque del envejecimiento basado en derechos y no en déficit que crean necesidades. Aunque muy lentamente, vamos avanzando en análisis sobre la longevidad, menos catastrofistas y negativos que abordan el envejecimiento como una celebración y un desafío en el siglo XXI. Hay que tener en cuenta que la longevidad es el hecho social que más va a impactar en nuestras sociedades en este siglo y lo hará en todos los ámbitos, en la economía, en el empleo, en las relaciones familiares, en el ocio y la cultura, en definitiva en nuestro modelo de sociedad. En España, las personas de más de 65 y más son actualmente casi nueve millones, lo que representa casi el 20% de la población y las previsiones demográficas dicen que seremos más del 35% de la población española en el año 66. Mientras tanto, el grupo de edad de menores de 14 años disminuirá y las personas mayores triplicarán la cifra de niños a mitad de siglo. Este nueva realidad supone sin duda un triunfo del desarrollo y uno de los mayores logros de la humanidad. El secretario general de Naciones Unidas reconocía hace ya unos años, que las repercusiones sociales y económicas de este fenómeno son profundas y si somos capaces de aprovechar las oportunidades de una creciente población de personas mayores, cosecharemos los beneficios de los “dividendos de la longevidad”.

Tenemos por tanto que ir avanzando en ideas y propuestas para que los progresos científicos, tecnológicos y humanos que hemos alcanzado en el siglo XX se conviertan ahora en aliados para conseguir, que esos años que le vamos ganando a la vida, nos permitan además de vivir más, vivir mejor. Vivir bien y dignamente en todas las etapas y circunstancias de nuestras vidas, sin que la edad marque ninguna condición de inferioridad. La realidad que encontramos, sin embargo, es que a medida que vamos cumpliendo años, vamos perdiendo derechos y en la medida que nuestras sociedades envejecen crece la discriminación por razón de edad o “edadismo”. Esta discriminación se produce en todos los ámbitos y especialmente en el ámbito laboral, en el ámbito sanitario, en las relaciones familiares, en los derechos políticos y hasta en las oportunidades de participación social. Seguimos reproduciendo estereotipos que reflejan a las personas mayores como personas débiles, dependientes, sin capacidad de decidir por si solas, con problemas de soledad, cuando los estudios nos dicen que ésta no es la realidad de la mayoría de las personas mayores, que son por otra parte un grupo social heterogéneo con realidades muy diversas. El Premio Nobel de la Paz, Monseñor Tutu decía, que “a medida que envejecemos, nuestros derechos no cambian. A medida que envejecemos no somos menos humanos y no debemos ser invisibles”. Por eso, tendremos que seguir haciendo, entre otras cosas, incidencia política para avanzar en una sociedad donde envejecer no sea un problema para seguir viviendo con libertad, autonomía, bienestar e igualdad de trato asegurados.