Vuelve pasión de gavilanes

25 feb 2017 / 10:49 H.

Queda inaugurada una nueva etapa oscura. El cielo amenazante de estos días, encapotado de arena, no anuncia nada bueno. Llueve tierra y descubren la hormiga león, que ni es hormiga ni es león. Se cumplen los peores pronósticos. Las siete trompetas del apocalipsis se afinan y los aparatos de los partidos se reúnen en sus cuarteles aún de invierno. Ponencias endogámicas, ambiente cerrado, y cada cual a comprobar que están todos los suyos. En el centro, la caldera con la receta para ganar más adeptos, da igual que el brebaje tenga un alto índice de azúcar, lo importante es que enganche. Llegan los congresos locales, provinciales, regionales, la elección del presidente de la comunidad de vecinos. La campaña llega hasta el ascensor. Es el momento de renovar la fe, aunque algunos la tengan perdida, porque ven en qué estado se encuentran las zonas comunes, pero intentan que no se note. José Enrique Fernández de Moya se presenta por quinta vez a liderar el PP provincial, avalado por la dirección nacional según explica, y acotado, cuasi corregido, a renglón seguido por el líder andaluz del PP, Juan Manuel Moreno, que mantiene que las excepciones las tendrá que permitir el Comité Ejecutivo. Cuate, aquí hay tomate. Así que marzo se perfila como el mes propicio para patearse de nuevo la provincia en un intento de renovar la pasión de gavilanes. En esta ocasión, contará con otro candidato que entona una antigua ranchera de falta de atención a la estructura del partido en los pueblos: “Tú querías que te dejara de querer... y lo has conseguido”. Ese lamento no es nuevo, pero, en esta ocasión, cristaliza en la candidatura del alcalde de Porcuna, Miguel Moreno. Su fotografía con 13 de los 25 alcaldes de la provincia es un aviso, un cartel en la cantina. Tienen claro que para “asaltar” el cielo de la Diputación Provincial se requiere un engranaje más cuidado, máxime si al otro lado de la calle están Los Fabulosos Cadillacs, comandados por Francisco Reyes, un “matador” electoral, un solista con una banda que toca de oído. Además plantea conciertos en cada esquina para “reenganchar a la ciudadanía” a un grupo que fuera de la comunidad le cuesta llenar.

Al Real Jaén, ese club casi centenario que se resiste a ser solo una página sepia de historia futbolera, se le acercan en estos meses grupos de dudoso pelaje, de controvertida hidalguía y con menos papeles que una liebre. La opacidad con la que pretenden “invertir” en el club deja sus maniobras de recuperación en cuestiones de fe. Es de sobra conocido que en el fútbol profesional hay notas a pie de página con las que se cuadran negocios ruinosos, pero sorprende, eso sí, algunos intentos de embaucar a las administraciones para que den patente de corso no ya a proyectos que rozan la ilegalidad, sino, directamente, a castillos en el aire. Sobrevuelan fondos buitre al acecho de un club herido y habría que pedirle a la familia Hitos una última acción para la causa. Un esfuerzo para entregar al club no al mejor postor, que eso es una ruleta rusa y disparan en cabeza ajena, sino a quién pueda sostener un proyecto. El exjugador Pier Luigi Cherubino fue una de las últimas voces solistas en incorporarse a esta dudosa puja, pero antes de empezar a cantar ya ha dicho que abandona ante la imposibilidad de reunirse con el Ayuntamiento. Ante tanta maniobra entre bambalinas, suena sensato y quizá utópico la intención de una plataforma de aficionados de comprar acciones y que el club se quede como “patrimonio” jiennense. Si a esos avales se sumaran empresarios de Jaén, quizá no se escribiría de fichajes rutilantes, proyectos de Primera División, pero sí de la continuidad de un club y, a partir de ahí, competir hasta donde lleven las fuerzas. Sin dopajes económicos, con planificación, ejemplos cercanos hay.