Y es que no nos da igual

22 mar 2016 / 17:20 H.

Hace años, la que fue una buena amiga me dijo: “pues si tu novio se quiere casar por la iglesia, podrías ceder, total, a los ateos os da igual”. Muchas veces he recordado sus palabras, ese “a los ateos os da igual”, como si ser ateo fuese sinónimo de ser abúlico, indiferente o voluble, como si nuestra firme convicción en la ausencia de un dios —pertenezca al culto que pertenezca— no fuera un sentimiento que se ofende, todos y cada uno de los días, ocupando nuestras calles, nuestras universidades, nuestros impuestos. No, querida, no nos da igual y estamos cansados de que el respeto camine siempre en la misma dirección, de que el coño insumiso o la protesta estudiantil ofenda vuestro sentimiento religioso, pero que una capilla en una universidad pública o las calles ocupadas por iconografía religiosa no pueda ofender nuestro sentimiento ateo. Sí, querida, llevamos siglos ofendidos y esperamos impacientes, al menos, una disculpa; porque, aunque te cueste creerlo, los ateos también tenemos sentimientos que ofender.