Y los hijos

02 jun 2017 / 11:26 H.

Hace pocas noches vi en televisión un debate en el que se ponía en cuestión la educación de los hijos. Quedé decepcionado porque no aprendí nada nuevo y me llenó de descontento el que un periodista dijera que los niños siempre fueron así, lo que pasa es que con Franco las noticias malas no se publicaban. Ese colega no tiene ni pajolera idea si mantiene esa opinión. La experiencia puede demostrar, sin la más leve duda, que hace 60 o 50 años los hijos tenían unas conductas muy diferentes a las actuales, salvando, como siempre, algunas excepciones. Los niños y los adolescentes sentían más respeto hacia la autoridad de los padres, de los profesores e incluso de los mayores. Esto no hay mortal que pueda discutirlo.

Hoy, los niños no respetan ni reglas ni barreras. Se sienten demasiado protegidos por la Ley del Menor que está pidiendo a voces ser revisada. Una ley que fortalece al menor al punto de que le hace sentirse superior a quienes intentan ponerles señales en su camino, porque se sienten superprotegidos por la ley, por los jueces. Se han visto fallos de jueces que más que fallos son errores garrafales, sin el más leve sentido. ¿Quién va a educar a los niños? ¿Y cómo, si los padres están desprovistos de la más leve autoridad? Tienen que educarse en la calle, y la vida en las calles de ahora no es la de hace más de medio siglo. Es difícil que pase un día sin que no veamos en las noticias informaciones sobre niños que infringen las normas, incluso rayando en el delito.

El único juez que escucho y dice algo coherente sobre el tema es el juez de Menores de Granada, Emilio Calatayud. Es el único que defiende la autoridad de los padres sobre sus hijos menores y recuerda que en la ley hay artículos que permiten la severa intervención correctora de los padres. El juez Calatayud no deja pasar ningún caso sin una sentencia, aunque sus sentencias suelen ser muy originales. Sin embargo parece que son eficaces. A los que obran mal hay que condenarles a que hagan algo que repare su mal y que les haga recapacitar en las negativas consecuencias que tuvieron sus actos. Sentencias como aprender el oficio de peluquero, viajar 100 días en un coche de bomberos, o en el de una patrulla policial; colaborar en instituciones benéficas o impartir clases gratuitas.

Algo hay que hacer para que a los niños indomables no les salgan sus tropelías gratis.