Ya huele a sardina

23 nov 2017 / 09:10 H.

Espero que mis buenos amigos Pepe Morales y Manolo Moral —y otros restauradores más— ya tengan la despensa preparada, bien repleta y lista para afrontar la jovial y fraternal jornada de Santa Catalina de Alejandría, cuya festividad, el próximo sábado, es tan esperada por los jiennenses. Sí, a mí ya me parece percibir el olor de esos cientos de kilos de sardinas que serán asadas en el Castillo, amén de esas grandes paelleras que darán de comer a los miles de personas que acudirán a este lugar emblemático de nuestra ciudad. El fervor y la alegría de la fiesta se fundirán en torno a la patrona, que paseará en procesión por los aledaños de la fortaleza entre vítores y rezos.

Hace años que renuncié a andar ese día entre peñas y pinos. Me conformo con ver, desde mi terraza, cómo las gentes se apiñan bajo la imponente mole de la cruz y me figuro la buena disposición de tantos hombres, mujeres y niños que se suman a esta romería. Y me vienen los recuerdos, como el de Manolo Pestaña Sánchez, tal vez el más significado promotor, divulgador y luchador para que la Cofradía de Santa Catalina de Alejandría fuese una realidad. Él fue su fundador allá por mediados de la década de los 60, recogiendo antecedentes de otro intento de crear la cofradía, en el año 1929. Manolo Pestaña no regateó esfuerzos ni entusiasmo, junto a un reducido grupo de colaboradores, por inculcar la devoción de la santa que reina desde su capilla del Castillo, capilla que reconstruyó Antonio García Rodríguez-Acosta, cuando era subsecretario de Turismo. Aquella llama prendió el corazón de los jiennenses y el sábado brillará como un sol.

Manuel Pestaña Sánchez fue otro de los jiennenses que no recibieron el reconocimiento que merecía su amor a Jaén. Murió joven y no creo que nadie que comparta el fervor por Santa Catalina se olvide de su nombre ni de su obra. También me viene el recuerdo de Juan Torres, fallecido hace pocos días, que hacía del día de Santa Catalina una fiesta del ciclismo. Ciclistas, técnicos, federativos, árbitros, periodistas y amigos se daban cita en ese día en la Cañada de las Hazadillas, donde la paella, las sardinas asadas y la bota de vino eran protagonistas de aquella entrañable reunión familiar. Tanto Manolo como Juan fueron dos jiennenses que dejaron una huella ejemplar de pasión desinteresada por nuestra ciudad.