Ante la deriva catalana

24 may 2018 / 08:38 H.

Los últimos sucesos en la playa de Canet de Mar por la colocación de cruces amarillas en apoyo a los políticos independentistas presos es una evidencia más de la degradación de los espacios públicos ganados por el entramado independentista. Al abrigo de la inoperancia política y de la dejación de funciones de la Policía Local se pueden ocupar espacios públicos para cualquier montaje político. El mantener el “conflicto” en caliente y que ocupe todos los lugares posibles de la realidad catalana es uno de los pilares de la agitación secesionista. Pero este dejar hacer, desde la política municipal pasando a la de ámbito estatal deparará, más pronto que tarde, algún incidente de mayor calado que unos activistas y contramanifestantes heridos. Incluso el expresidente huido, desde Alemania, está por la labor de mantener la crispación y así el altercado lo soluciona con un simple “fascismo unionista”. Un mensaje que en la comunidad internacional cada vez se mirará con lupa porque las palabras del actual presidente delegado, Joaquim Torra, escritas en tantas soflamas racistas, deben pesar y aclarar a los que vean la situación desde lejos en el profundo fascismo y racismo que definen un movimiento excluyente y que poco tiene que ver con aquella Cataluña que miraba a Europa. Torra tendrá que medir muy bien todas sus provocaciones porque la ciudadanía exige ya una vuelta a la calma. La aplicación “ligth” del artículo 155 de la Constitución Española es un aviso a navegantes, pero si la deriva continúa será preciso tomar medidas más expresas y que cuenten, eso sí, con el mayor apoyo político posible. También sería necesario que el independentismo pasara página, porque Puigdemont es historia.