El agua sin cauce natural

12 oct 2018 / 11:56 H.

Al menos diez muertos y varios desaparecidos es el balance de un aguacero que colapsó a la pequeña población de San Llorenç y que mantiene sin hogar a 200 personas. El diluvio está constatado que, en algunos lugares, superó los 300 litros por metro cuadrado en solo unas pocas horas. Es imposible, sin duda, que esta ingente cantidad de agua pudiera ser asumida con prontitud por las instalaciones y el propio terreno de la zona. Siendo esto un hecho, de igual forma lo es que estos torrentes de agua dieron varios avisos a lo largo de la historia de la isla y que también el pueblo se construye, en parte, en zonas inundables y muy próximas al encauzamiento de ese agua. Las tristes muertes de esta gran tormenta deben servir para cambiar el desarrollo de esta población y otras tantas que tienen la amenaza constante de ríos y corrientes que se desbordan. Es inadmisible que las administraciones no vigilen y cambien las políticas urbanísticas para corregir errores del pasado que se mantienen inamovibles quizá pensando que la buena fortuna salve los muebles. Tristemente no es así y cada cierto tiempo la Naturaleza da lecciones ejemplarizantes para recordar que a su paso todo se hace pequeño. Ahora es necesario estructurar la ayuda y que los ciudadanos recobren cuanto antes la normalidad, pero también junto a la declaración de zona catastrófica es necesario evaluar y cambiar la fisonomía de esta población que tendrá una herida abierta de por vida. Los torrentes son una singularidad propia de la isla y, en esta ocasión, no solo ha causado cuantiosos desperfectos, sino que se ha llevado la vida de demasiadas personas. Una lección que la sociedad debe aprender cuanto antes.