Libertad de prensa y poder

17 may 2017 / 10:51 H.

Hace apenas dos semanas, el pasado 3 de mayo, se celebró el Día Mundial de la Libertad de Prensa. La Asamblea General de las Naciones Unidas lo instauró hace casi un cuarto de siglo, en 1993, con dos objetivos. El primero, el de conmemorar uno de los pilares fundamentales de la democracia, y, el segundo, el de denunciar y concienciar sobre las amenazas que sufre en todo el mundo. En el marco de esta celebración, Amnistía Internacional organizó esta misma semana un acto en Jaén que contó con la presencia de Belal Dardiry, un fotoperiodista egipcio de tan solo 23 años condenado a 15 de prisión en su país, sin que haya habido juicio alguno. Su único delito, el de ejercer su trabajo e informar libremente de las protestas juveniles que sucedieron al golpe de Estado.

Reporteros sin Fronteras, con motivo de la efeméride, publicó recientemente su tradicional informe, en el que hace una clasificación mundial a través del análisis de 180 países. Noruega es el país en el que más se respeta la libertad de prensa, motivo por lo que ocupa el primer puesto del ranking. En el extremo contrario, Corea del Norte, acompañado de un buen número de naciones en las que los periodistas se juegan la vida si no siguen las directrices marcadas por el poder. España, por su parte, ocupa el puesto número 29, y el ejercicio del trabajo de los medios de comunicación no está exento de amenazas. Una sociedad no puede ser lo suficientemente libre si no cuenta con una prensa independiente que posibilite informar de cuanto acontece y que desempeñe su papel de contrapeso del poder, a través de su labor de fiscalización. Su trabajo de servicio al ciudadano es insustituible.