Una plaza sin terminar

16 oct 2018 / 12:01 H.

La reforma de la plaza Deán Mazas nació viciada para buena parte de la opinión pública y vecinos de la zona que no entendían qué necesidad había de reformar un espacio que tenía su encanto, aunque cualquier mejora siempre sume. El problema principal es que lo planificado no atraía a colectivos que protestaron ante lo que entendían era una aberración al patrimonio de la ciudad. La reapertura ahora —para que los negocios sufridores de la zona pudieran hacer caja durante la feria— no anima a pensar que el resultado de la plaza mejore el planteamiento inicial. De hecho, la reapertura es apresurada e incompleta desde cualquier punto de vista. No se puede abrir un espacio público para toda la ciudadanía sin bancos y sin iluminación.

La presión de los negocios hosteleros es normal porque se incumplieron los plazos y los perjudicados son ellos, pero desde el punto de vista municipal no se debería permitir abrir un espacio sin las garantías suficientes, entre ellas carecer de iluminación. Cuando se interviene en un espacio neurálgico hay que dotar a la obra de todo el personal necesario para que se acometa en tiempo y forma, con las lógicas incomodidades que suponen este tipo de intervenciones. De lo contrario sucede que las obras se eternizan para enfado de vecinos, propietarios de negocios y viandantes. Otra cuestión de calado es sobre la idoneidad o no de la intervención, a priori y, aunque aún quede pendiente por rematar, el conjunto que hoy “disfruta” la ciudadanía deja que desear. Cuando terminen las obras y todos los elementos de mobiliario urbano pendientes de instalar habrá que analizar y cerrar un expediente que ahora apunta a suspenso.