El cortejo del fantasma de la soledad

    13 sep 2016 / 19:00 H.

    AJaén la corteja “el fantasma de la soledad”, haciendo un simpático guiño al que ha sido uno de los mejores grupos de nuestro rock nacional, 091, el cual haciendo gala de sus letras y en la recta final de su gira, nos visita en octubre. Como decía, a Jaén la corteja el desempleo y, ante este caballero poco apuesto, hay que activar todo tipo de soluciones. El problema es que a Jaén la corteja también la corrupción, las irregularidades financieras de varios organismos y la visión borrosa de la realidad. La soledad de los jóvenes que deben marchar de su tierra buscando oportunidades laborares. A toda esta estampa de apiladas impotencias se le añaden otras tantas soledades, y es que parece ser que la soledad siempre viene acompañada de decepciones. La soledad de un tranvía que nunca quiso nacer para ser abandonado. La soledad de una plaza que ni se siente Santa ni se siente María pues se siente desnuda ante el abandono forzoso de sus árboles y su arquitectura. El problema radica en la continua manía de querer cambiar de forma radical lo que solo hay que mejorar con ciertas pinceladas de inteligencia. Se pierden demasiada energía, dinero y tiempo en ello y, al final, quienes sufren esto son los ciudadanos que terminan pagando, nunca mejor dicho, los errores de otros.

    Es un error pensar, por esta razón y por otras, que las cosas van bien cuando la realidad es cuantitativa y cualitativa y hay crisis y deudas no resueltas, pues a los hechos hay que remitirse. Yo recuerdo otro Jaén donde solía pasear por un parque donde los patos eran patos y los columpios eran zonas habitadas por niños que solían jugar más con la imaginación que con la tecnología, pero eso ya es hablar de otras cosas. Recuerdo esos cines del centro que te mostraban la visión ficticia de la realidad. Pero unos cerrados ahora y otros con “la mafia” sentándose en la mesa. Que nada malo es que las franquicias se posicionen en las ciudades, siempre y cuando nos abramos a oportunidades y a la creación de empleo con estas aberturas, y así es, y eso es bueno. Pero también debe mantenerse esa esencia intacta y auténtica de la ciudad; sus comercios de barrio, sus cines en el centro, sus mercados de antaño, sus bares y bodegones; sus raíces. Al final, las ciudades se reúnen en estos lugares míticos que van dejando en sus gentes miles de historias y anécdotas que contar. La de cumpleaños que habré celebrado en El Bodegón que ya no podré celebrar y la de historias que se respiran dentro. Ahora otro fantasma de la soledad habita este otro lugar emblemático de nuestra tierra. Debe lucharse para que se mantengan estos sitios y que otros espacios sean ocupados por los nuevos negocios que ya encuentras en cualquier ciudad a la que vayas y, aunque le están quitando autenticidad a las ciudades, abren nuevos caminos y oportunidades laborales, cierto es. Ya no es raro toparte con un Burger King o un McDonald’s en cualquier zona de una ciudad, y no solo un establecimiento de la misma cadena, sino varios a escasos metros. Sin embargo se van perdiendo realidad y raíces. Hay ciudades que luchan por mantener sus raíces con el avance empresarial y considero que se debería hacer un esfuerzo para que coexistan ambas. Una ciudad debe albergar miles de posibilidades y en esas posibilidades hay que fomentar lo pintoresco y descriptivo de la tierra, pues es una manera de avivar también el turismo. Para mí Jaén es mucho más que todo lo que se le está haciendo y su gente no merece el cambio y el aislamiento al que se somete a la ciudad. A quienes nos hemos visto obligados en cierto modo a marchar, nos duele mucho habernos desligado de nuestras raíces. En mi caso, siento la tierra tan dentro que intento no alejarme demasiado de ella y estar ahí siempre que pueda, no solo por la familia y los amigos, sino por los lugares que aún se mantienen intactos y te muestran ese amor a la tierra. Oler la sierra y oler la piedra y reconocerte en cada olor.