El día que Los Planetas tocó ante cientos de guardias civiles

Eric, batería del grupo, revela un insólito concierto en Baeza en su autobiografía

07 mar 2018 / 09:35 H.

Nunca hemos tocado para tanto guardia civil junto. Eso sí, no iban vestidos de verde, estaban de paisano. Eso ya hubiera sido la hostia, imagina al batería vestido de cura y al público de guardia civil. Como una película de Berlanga, flipante”. Lo que se cuenta ocurrió en Baeza, hace ya dos décadas, y el dueño de la frase es Ernesto Jiménez Linares, el autor de la autobiografía Cuatro millones de golpes: La insólita y emocionante historia del batería de Lagartija Nick y Los Planetas. Es Eric, nacido en Granada, como los dos grupos que le dieron la fama de ser el mejor batería de España. Con medio siglo de vida, repasa su existencia y su obra, desde cómo se crió en la Pensión Penibética, al porqué de su “nombre artístico”, que dio lugar a la creencia de que venía de tierras extranjeras y no de la ciudad vecina; habla de su amistad con Enrique Morente y los Arias y de un viaje a Nueva York para grabar, sus esperas antes de salir al escenario del Primavera Sound o el estremecimiento que le recorre el cuerpo cuando coge las baquetas y siente que le debe la vida, literalmente, al público.

En este libro sale Baeza y la Benemérita y todo a cuenta de los ensayos de Una semana en el motor de un autobús, el tercer disco de Los Planetas, editado en 1998 y que, con veinte años de perspectiva, es considerado el mejor trabajo del pop patrio. “Como nuestra empresa de sonido (Tuabular) era de allí, alquilaron una discoteca para probar el directo y las luces”, precisa Eric. El resto de la historia permite entender las referencias berlanguianas. “En aquella época, estaba harto de vestirme de negro y ponerme adornos punk y pensé que lo mejor era vestirme de cura y me compré un traje. Era Semana Santa y la gente se pensaba que era un sacerdote de verdad, así que, si me veían por la calle haciendo el gilipollas, más de uno se escandalizaba”, aclara. Paco Vilches, de la empresa de sonido, deja claro que al traje de pastor no le faltaba su correspondiente alzacuellos, un uniforme que mantuvo durante el resto de la gira, que continuó en Valencia; Barcelona, para tocar en la Razzmatazz o en el Viña Rock, en Villarobledo, Albacete. ¿Y por qué había tantos guardias civiles? En realidad todavía no lo eran, se trataba de alumnos de la Academia de Baeza, que está a un paseo del local. “No creo que fueran porque les interesaba, sencillamente, si estás en una academia, aburrido y en la sala de al lado hay un concierto, vas y te metes”, razona Eric que, aunque fuera por casualidad, se acuerda de aquello, tanto que motiva una sesuda reflexión en su libro que, para evitar spoiler y contribuir al éxito de ventas de la publicación, no se revelará aquí.

No es lo único que el batería tiene grabado de su paso por tierras jiennenses. En Torredelcampo, tras un bolo con Lagartija Nick se complicó la noche, a cuenta de una patada en el pecho a un parroquiano y tuvo que abandonar el lugar. “Nos iban a matar”, confiesa. En sus tiempos de KGB, su primer grupo, Eric era compañero de fatigas de dos bandas de Jaén, Conservantes Adulterados y Los Niñatos, punkarras como lo era él en los 80 del siglo pasado y, en cada visita a la capital del Santo Reino, era costumbre ir a la discoteca del Condestable donde, dice, “ponían a PVP o Derribos Arias, un musicón, e iban todos los chavalillos para beber Voll Damm”. De todos modos, la anécdota más bonita, que bien podría estar en Cuatro Millones de Golpes, la disfrutó en un festival Lagarto Rock. “Vinieron unos críos, iban con su padre, Paco Méndez, hicieron para meterse en el camerino y conocernos. ¿Sabes quiénes eran? Lori Meyers”, aclara Eric.