Un gol de Óscar Quesada da el triunfo al equipo blanco en el minuto 93, tras sufrir dos expulsiones

31 oct 2016 / 17:09 H.

Tuvo que ser, afortunadamente, el protagonista Oscar Quesada para que el delirio final alcanzase síntomas de paroxismo colectivo. Si el dolor y el sufrimiento venían horadando el alma de los aficionados, llegó una explosión de placer de tal calibre que, como diría Elías Canetti, casi no se podía respirar porque todo estaba lleno de victoria. Sentida muy dentro.

Pero previamente las cosas habían evolucionado de manera lenta y pausada. Ya había conseguido un gol el Real Jaén, tras más de cuatrocientos minutos, según los expertos que tienen la paciencia de contarlos. Había ocurrido en Melilla y, a pesar de su extraordinario valor futbolístico, tenía la mancha de no haber sido producido por la propia fábrica: había sido penalti y alguno recordó el dicho de D´Stefano cuando sentenció: “Antes, cuando marcábamos un penal, le pedíamos perdón al arquero,. Y este lo había sido. Pero apenas importaba. A los seguidores les había abierto una espita en el cielo y algo significaba algo.

Era por otra parte tanto el deseo de palpar emociones positivas que, tras un primer susto a los dos minutos y un rato de dominio granadino, bien es verdad que ya inocente y blando, bastó que el partido se equilibrara, pasados los veinte minutos, y que el Real Jaén consiguiera ganar un córner para los aplausos se escucharan en La Victoria. Y fue entonces cuando Fede centró desde la derecha y Mikel Orbegozo cabeceó a la red. Era un gol de verdad y se notó cómo se ensanchaban los espíritus. Paz y sosiego, calma de serenidad. Esperanza e ilusión.

Con esa tonalidad iba transcurriendo el segundo tiempo con las incidencias propias de la situación, que si una falta por aquí, un balón suave a puerta que el portero recoge con finura... Lo normal. Hasta que en el minuto 64 Felipe hizo la parada, no se sabe muy bien si del día o del año. Camilo José Cela narraba en un cuento que había un equipo, del que habrá que hablar en más ocasiones, tan defensivo que jugaba con dos porteros: Teogenes, derecho y Teogonio, izquierdo. Pues la parada de Felipe fue tan mágica que no dos sino una colección completa no hubieran podido hacerlo mejor. De todas formas esa acción envalentonó un poco a los visitantes, que poco a poco empezaron a presionar a los blancos. Bien es verdad que el Real Jaén tuvo un par de magníficas ocasiones para asentar el triunfo pero fue un fallo de la defensa lo que propició el disgusto de la tarde. Y, a partir de ese momento, todo fueron lamentos, quejidos, como dicen que se debe estar en el infierno. Y la angustia casi se hizo insoportable cuando se vio que otra vez el equipo se quedaba con dos jugadores menos, en ambos casos por doble tarjeta.

Pero llegó el milagro. Faltaban unos diez minutos, incluida la prolongación, cuando el árbitro anuló un gol a los granadinos de esos que es mejor no preguntar. Dicen que a San Agustín le preguntaron qué hacía Dios antes de crear el mundo y él contestó: pues condenando a los que lo preguntan.

El gol de Óscar vino a quebrar esquemas sólidos de pensamiento. Ya no valdrá lo de Quevedo que no todo el que sube llega hasta el cielo ni lo de Monterroso, que lo malo del cielo es que desde allí no se ve el cielo. Pues este gol lo hicielo y, por segunda vez, los aficionado pudieron salir del campo en estado de sonrisa, que apuntaba Valdano. Sonrisa celestial.

Nuevos cambios en la alineación
idcon=12465866;order=19

El entrenador, tras haber bajado a la defenza a Santi Villa en los dos partidos anteriores, optó por devolverlo a su puesto clásico, ocupando Nando el lateral izquierdo. Las otras modificaciones en la alineación fueron consecuencia de la entrada en la titularidad de Víctor Andrés y Mikel Orbegozo, que habían salido por la expulsión en el partido ante La Roda, y Fede, que, aunque había entrado a mitad de tiempo en Melilla, venía de una lesión y volvía de nuevo a la alineación titular. Fuera de ella quedaron A. Carmona, Vitu y Aguado.