La mujer en la Guardia Civil

“A la poca predisposición que, en un principio, se aduce a la Guardia Civil para dar cabida a la mujer dentro de sus estructuras hay que contrastar la rápida adaptación
de gran parte de sus infraestructuras materiales”

21 oct 2018 / 12:56 H.

Con la incorporación a la Academia de Baeza, el pasado día 3, de las 297 alumnas de la 124 promoción se cumple el 30 aniversario de su incorporación al cuerpo de la Guardia Civil. Para analizar este hecho creemos oportuno orientar nuestra mirada al proceso iniciado por la mujer en el último tercio del siglo XIX en su lucha por alcanzar la igualdad de derecha que la evolución social, económica y cultural iba reconociendo para el hombre.

Hace doscientos años era impensable, salvo “raras minorías”, aceptar que las mujeres buscasen un trabajo que les permitiese evitar ser trabajadoras domésticas sin sueldo. Hoy la mujer sale de su hogar para ocupar puestos laborales, técnicos e intelectuales, en unión con el hombre y ganando un sueldo que le permite no depender de los padres, hermanos o maridos.

A partir de los años 70, la paulatina incorporación al mundo laboral le va a llevar a la incorporación en instituciones de claro corporativismo masculino como eran las policiales y las Fuerzas Armadas. Así, observamos cómo en 1987 ocupa puestos en las policías locales, en 1979 en el cuerpo superior de Policía, en 1983 en la Ertzaintza, en 1984 en la Policía Nacional, en 1986 en los Mossos y en 1988, en la Guardia Civil.

Como podemos comprobar, la Guardia Civil no puede vanagloriarse de ser los primeros en incorporar a la mujer en su organización, y no porque se opusiese o no sintiese la necesidad de contar para determinados cometidos en el servicio de un elemento humano tan cualificado o más que los varones, sino porque como Instituto Armado de naturaleza militar debía aguardar a que su incorporación se desarrollase por las Fuerzas Armadas. Por Ley 15 de marzo de 1940 se procedió a la reorganización de la Guardia Civil, integrándose en la misma el cuerpo de Carabineros. Al asumir las funciones del Resguardo Fiscal del Estado surge la necesidad de contar con personal femenino para los registros y cacheos corporales. Es así como, a partir de 1948, vemos la presencia de mujeres vestidas de verde, sin armamento, en las unidades de fronteras, puertos y aeropuertos: eran las denominadas como “matronas”.

Las leyes orgánicas 6/1980 de 1 de julio y 1/1984 de 5 de enero por las que se regulaban los criterios básicos de la defensa nacional establecen que “la participación de la mujer en la defensa nacional se establecerá por ley”.

El Consejo de Ministros de 25 de septiembre de 1987 acuerda el Plan para la Igualdad de Oportunidades de las Mujeres y, entre otras medidas, en su artículo 1.2 dispone: “Las plazas para acceso a los cuerpos expresados se convocarán sin distinción de sexo. En los procesos de selección no podrán existir más diferencias que las derivadas de las distintas condiciones físicas del hombre y de la mujer”.

En el artículo 3 se determina: “A partir del año 1988, la mujer tendrá acceso a las pruebas de selección para ingreso como guardias civiles de segunda”. Por resolución 432/38197 de 18 de marzo de 1988, la Subsecretaría de Defensa anuncia la primera convocatoria libre para optar a una de las 2.900 plazas ofertadas. Las pruebas culturales y psicotécnicas eran iguales para todos los aspirantes; las físicas y médicas de carácter específico para hombres y mujeres eran distintas. La primera promoción que admitió mujeres, la número 94, incorporó a la Academia de Baeza, a final de septiembre de 1988, a 197 mujeres de un total de 2.188 alumnos. En 1993 ingresa en la Academia General Militar de Zaragoza la primera mujer que sería graduada teniente en 1988; hoy ostenta el empleo de teniente coronel. En la actualidad, de un total de 77.268 efectivos en servicio activo, 5.846 son mujeres (7,56 por ciento). A la poca predisposición que en un principio se aduce a la Guardia Civil para dar cabida a la mujer dentro de sus estructuras, hay que contrastar la rápida adaptación de sus infraestructuras materiales (dependencias adecuadas en los centros de formación, acuartelamientos, uniformidad diseñada para el hombre, reglamentos que no hacían referencia a la realidad de la mujer...). Se han superado los prejuicios iniciales que ponían en duda su capacidad profesional, sus aptitudes físicas para el estrés que las actuaciones policiales producen, o sobre las dificultades que pudiese presentar el embarazo para la realización de los servicios.

La mujer ha sabido, no sin esfuerzo, situarse en el mismo plano de igualdad que los hombres en la realización de los servicios, añadiendo la riqueza de otra manera de hacer las cosas dentro del conjunto de los modos profesionales que, con espíritu innovador, su fundador, el duque de Ahumada, supo transmitir a sus componentes. La mujer guardia civil está presente en todas sus especialidades, dispuesta a prestar los servicios que los ciudadanos demandemos.