Sueños de mujer en la cultura actual

    10 sep 2016 / 15:38 H.

    Para hablar de Jaén, sus bondades y sus carencias, es necesario desprenderse del corazón, mantener la mente fría, apretar los dientes y reconocer que en nuestra provincia no todo es intachable. No podemos cerrar los ojos y dejar de ver que económica y socialmente nos queda mucho camino por recorrer. El escaso tejido industrial, la dificultad en las comunicaciones, el alto índice de paro y la renta per cápita, una de las más bajas del país, endurecen aún más las condiciones de vida de esta, por otra parte, bella provincia. De manera que no todo es maravilloso. Y si ahondamos en la llaga y hablamos de la mujer jiennense, las dificultades se multiplican por tres, para no exagerar.

    La mujer soporta una tasa de paro superior a la del hombre. Es cierto que las jaeneras van escalando puestos en el sector público, solo depende del estudio y esfuerzo, pero no ocurre lo mismo en la empresa privada, en la que muy pocas ocupan puestos de responsabilidad. Para entender esta dicotomía tendríamos que analizar cada una de las consideraciones económicas y, sobre todo, culturales de esta provincia en la que, tradicionalmente, la mujer ha permanecido relegada en un segundo plano, llegando incluso a ser invisible su trabajo, sobre todo en el sector agrícola donde parecen no existir demasiadas propietarias. Si me preguntan si la provincia sigue siendo machista, he de decir rotundamente que sí, y además con niveles superiores a otras provincias donde, quizás, un mayor desarrollo económico y una mayor actividad cultural ha ido derrocando ciertos comportamientos. Basta con escuchar el vocabulario denigrante que se sigue usando, con ver las miradas cuando comes sola en un restaurante, y si es de carretera, ni les cuento. Están los que te dicen el tamaño que ha de tener tu trasero, los que quieren que te vistas de monja para que no te mire nadie. Es generalizar, por supuesto, pero existe una cultura machista que impide a la mujer jiennense avanzar social y económicamente a mayor velocidad.

    El problema del paro femenino se agrava en nuestra provincia con una carga que nos distingue, negativamente por desgracia: Jaén destaca por el escaso índice de denuncias por violencia de género, lo que no implica una menor presencia. Existen medios, pero algo falla porque la mujer jiennense, cualquiera que sea su clase social o nivel cultural, no denuncia, o cuando lo hace han pasado años, toda una vida perdida. Al no disponer de medios económicos propios esperan que sus hijos crezcan, se sienten desvalidas, o incluso disponiendo de ellos, callan por el qué dirán, algo muy común en esta provincia, que ustedes me disculparán, sigue siendo muy cotilla. Ya está bien de miedos y de cotilleos malintencionados, susurros cargados de ponzoña en defensa de una decencia mal entendida. Jaén necesita un revulsivo que procure a sus mujeres liberarse de esos silencios ensangrentados.

    Todos conocemos casos que no se denuncian. Jóvenes y maduras, embarazadas, ancianas e incluso adolescentes. Y es que seguimos con la misma pauta: la norma social no escrita es que las chicas tengan un cuerpo diez, de manera que estamos educando a nuestras hijas como objetos sexuales y eso las convierte en víctimas.

    Cambiar esta situación está en nuestras manos. Empecemos por educar en el respeto y la igualdad desde la cuna, pero para ello se necesita tiempo, trabajo duro e invertir en cultura. Lo que urge es fomentar la integración de la mujer en el mercado laboral, apoyando a las asociaciones de mujeres, formándolas, incentivando el emprendimiento, trabajando la conciliación familiar que procure unos horarios más flexibles y ayudas de guardería. Solo así las mujeres dejarán de sentirse culpables por aceptar puestos directivos que supongan más responsabilidad.

    La mujer de Jaén está capacitada para ponerse el mundo por montera y salir a demostrarlo. Como dijo Napoleón: “Las batallas contra las mujeres son las únicas que se ganan huyendo”. Ese es el futuro que deseo para mi Jaén soñada, una provincia más sensibilizada, culta e igualitaria.