Una sepultura simbólica

El entierro del alcalde de Mogón vuelve a tomar las vías públicas

24 jul 2017 / 10:25 H.

Mogón, dentro de las actividades de preferia, disfrutó de su tradicional entierro del alcalde, pero, como nota aclaratoria, el muerto, en esta ocasión, volvía a estar muy vivo. La tradición deriva de que en el pueblo, situado en el curso alto del Guadalquivir, a finales de los años 80 ya pensaron en actividades lúdicas diferentes y crearon el cortejo fúnebre de la autoridad como el inicio de las vacaciones del regidor de la villa e inicio de las fiestas patronales.

En muchos municipios tratan de animar las fiestas y atraer el mayor número de visitantes posible e incluir algunos elementos que las hagan resaltar, buscando algo original y algo fuera de lo común, hecho conseguido en este núcleo ya que se trata de una fiesta única en Andalucía. La desenfadada propuesta tiene todos los elementos de un sepelio tradicional, el ataúd, el muerto, la desconsolada viuda, los amigos y todo el cortejo fúnebre con los acompañantes. Hasta aquí todo normal pero todo cambia cuando tras el velatorio el cortejo fúnebre comienza su recorrido por las calles de la localidad, con el disparo de cohetes y a los acordes musicales de la banda local de trompetas. Los familiares y amigos de luto o con alguna prenda de color negro portan el féretro con el cuerpo inmóvil y amortajado con el rostro debidamente maquillado que le aporta un toque más siniestro y fúnebre al cortejo. Jesús Pérez, el concejal de Anejos de Villacarrillo —municipio al cual pertenece Mogón—, se metía por sexta vez en el féretro. Cuatro ediciones le correspondía como alcalde pedáneo y dos como concejal, ya que la actual alcaldesa, Antonia Quilez, rehusó el “privilegio” de ser paseada por la lúgubre comitiva.

El grupo partió desde el Centro Municipal, inmueble en el que los amigos se reúnen para portar el féretro a hombros y así trasladarlo hasta el Paseo de la Alameda. En el trayecto se respeta cuatro paradas de descanso en los establecimientos hoteleros en los que se recuperan fuerzas y también poder ahogar sus penas con un buen refrigerio.

Finalmente, tras un concurrido periplo por las calles y los altos en los bares, el desfile llegó a la última parada, que se encontraba situada en la playa fluvial de El Charco, junto al cauce del río Aguascebas. En este punto la gente se agolpaba, tanto en las inmediaciones del curso como en el en el puente para contempla, después una tensa espera, cómo el alcalde era despojado de la chaqueta y el cadáver arrojado a las milagrosas aguas, que, lógicamente, lo devuelven a la vida para continuar con la fiesta de su resurrección que había programada como colofón.

En definitiva, un año más, se representó una imaginativa alegoría sobre la vida y la muerte que volvió a numerosos curiosos procedentes, principalmente, de la provincia, en unas fechas propicias para la diversión y el descanso vacacional.

El descenso del río en recámara, el 6 de agosto
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Otra de las actividades de preferia será el descenso en recámaras —neumáticos de coches y camiones— por el curso del río Guadalquivir. Los participantes suelen participar en grupos de tres personas por rueda. La longitud conjunta es de unos tres kilómetros y medio, dos para abajo y el resto, a pie, aunque con los elementos de goma en las manos. Existen tres modalidades: masculina, femenina y mixta. Cada año participan unas ciento cincuenta personas. Deben estar bien preparadas para soportar las bajas temperaturas del agua. Los premios consisten en jamones, quesos, embutidos, aceite y otras viandas. En cuanto a la feria, empezará el día 18 de agosto. Entre los contenidos más destacados están los encierros de reses bravas y verbenas que se prolongan hasta después del amenecer, en algunas ocasiones hasta las diez.