Alcalaíno de nacimiento y sevillano de magisterio

El futuro imaginero vivió en la Sierra Sur sus primeros once años antes de irse a Granada

17 nov 2018 / 11:14 H.

En Alcalá la Real un teatro, un escuela infantil, una cooperativa oleícola o una calle llevan el nombre de Martínez Montañés. ¿Quién es esa personalidad, nombrada hace décadas hijo predilecto por el Ayuntamiento junto con el también ínclito escultor alcalaíno Pablo de Rojas, que da nombre a realidades tan distintas? Se trata de uno de los genios del arte español. Nacido en Alcalá la Real, formado en Granada y acogido en Sevilla, donde pasó la mayor parte de su vida, su vinculación con la capital hispalense es tal que durante siglos se pensó que era sevillano. No fue hasta 1911 cuando se descubrió que su cuna estuvo en la ciudad de la Mota, con demuestra su partida de bautismo.

Quien a la postre sería llamado Dios de la Madera y Lisipo andaluz vino al mundo en 1568, época en la que Alcalá estaba en su apogeo gracias al esplendor de su abadía, que la convirtió en un foco cultural y artístico de primer orden, como lo evidencia la presencia de los Raxis y de Pablo de Rojas, su mentor. Martínez Montañés vino al mundo en una familia de artesanos. De hecho, su padre era bordador. Esta circunstancia facilitó que erróneamente se situara su casa natal en la calle General Lastres —antes Bordador—. Sin embargo, un reciente hallazgo de Francisco Martín deja claro que el domicilio estaba en la calle Real, en una vivienda situada en la confluencia con Martínez Montañés —también llamada Llana—.

La documentación en la que la familia presumía de su origen como cristianos viejos permite rastrear una procedencia maña por parte del progenitor, aunque por la parte materna llega casi hasta los primeros pobladores de Alcalá tras la conquista cristiana. En su sangre, llevaba genes de linajes de otras partes de España, como evidencia Montañés, apelativo de su progenitor, sin duda, referente al norte del país.

Juan Martínez y Marta González tuvieron seis hijos, aunque el futuro imaginero era el único varón. Tres de las cinco hermanas no llegaron a la edad adulta. Con once años, el niño y el resto de su familia se marcharon hasta Granada, ciudad en la que ya trabajaba el alcalaíno Pablo de Rojas. Tras tres años de intensa formación, el adolescente y el resto de “montañeses” se asientan en Sevilla, donde Juan Martínez Montañés se consagra como artista.

El genio, que tiene una estatua, obra de Jacinto Higueras, en la Plaza del Ayuntamiento de Alcalá, destaca por lo prolífico de su obra, caracterizada por su calidad. Su estilo es difícil de encasillar, pues más allá de una perfección indiscutible, presenta rasgos renacentistas, manieristas y barrocos. Sus retablos e imágenes religiosas están repartidas por España, principalmente por la provincia de Sevilla, y por el Nuevo Mundo, donde la imaginería era una herramienta para extender la fe católica en la época de la Contrarreforma. Ensamblador de retablos consumado, en la faceta de escultor, casi todas sus obras son religiosas. Montañés trabaja con esmero la representación del cuerpo humano, la espiritualidad del rostro y los pliegues de las vestiduras. Se le atribuyen numerosas creaciones.

En el plano personal, se casó varias veces y tuvo muchos hijos. Las semblanzas sobre el artista subrayan su mal carácter, a la vez que su honda religiosidad, que lo llevó a implicarse a fondo en la vida cofrade y a crear imágenes como el Cristo de los Cálices. Como profesional, sentó cátedra, de manera que contó con numerosos alumnos, entre los que sobresale Juan de Mesa. Martínez Montañés murió en 1649, a los 81 años, como una leyenda viva del arte.