Gritos que curan la garganta

San Blas recorre su pueblo sobre una gran nube de devotos cazalilleros

04 feb 2018 / 11:28 H.

Desde el campanario de la iglesia de Santa María Magdalena escapan, espantadas por el ruido de un cohete tempranero, dos majestuosas cigüeñas. Su lento vuelo es el único que lanza al cielo de Cazalilla la torre parroquial. Son las cinco menos cuarto de la tarde y en la Plaza de la Constitución comienza a hervir el ambiente. Los balcones del pueblo lucen colgaduras que van desde las que retratan a San Blas hasta aquellas que, más reivindicativas, “apuestan por la tradición” y representan a la célebre pava.

En la sacristía del templo, cazalilleros y gentes de la comarca se afanan en la compra de pan bendito que sabe igual de bien que aparenta, y la gente de la parroquia encargada de su venta no da abasto desde temprano.

Dentro de la iglesia, sobre unas oscuras y bien labradas andas, San Blas, el patrón, aguarda el momento de sentir los hombros de los suyos y tocar calle. Va hermosísimo, ataviado de obispo y plagado de cintas votivas, claveles y rosas que no le rozan las manos; ese privilegio es para las dos roscas que, en su diestra, parecen dos inmensos anillos del color del oro. Los anderos izan el mínimo paso sobre el que reina el mártir, y la devoción se desborda.

Cohetes, campanas, vivas... San Blas conquista, otra vez, su pueblo con una procesión tan sencilla como encantadora, tan breve en su extensión como inmensa en la fe que la puebla. Abre el cortejo la cruz parroquial y le sigue una bandera de 1927 tras la que avanzan las representaciones. Este año, como novedad, hermanos de la Cofradía de Santa María Magdalena —que titula también la parroquia cazalillera— de Mengíbar están en la misa matutina —lo mismo que los de la hermandad villanovera de Santa Potenciana— y en las calles; detrás, delegaciones de Nuestro Padre Jesús, la Virgen de la Cabeza y directivos de San Blas. Miembros del clero y el alcalde, Manuel Jesús Raya, completan la nómina.

Eras Altas, “Ramón y Cajal”, Travesía Arena... La Asociación Musical Ortega y Cortés de Lahiguera ejecuta brillantemente “A la voz del capataz”, todo un clásico de Abel Moreno, entre otras piezas “pasionistas” que combina con partituras más festeras. La procesión continúa su periplo municipal cada vez en más claro olor de multitudes, y en la Plaza de la Constitución crece también el número de almas expectantes. En el ambiente flota una pregunta: “¿Lanzarán la pava?”. La Guardia Civil forma parte evidente del paisaje cazalillero hoy, también la Policía Nacional adscrita a la Junta de Andalucía está presente. Son las seis y cuarto, San Blas llega a su templo, entra a la vez que su himno ahoga muchas lágrimas. A pocos metros, en el número 7 de la Avenida de Andalucía, un ala oscura alivia a más de uno: “Sí, sí, sí... la pava ya está aquí”. El animal está en el tejado de una casa no muy alta, y no es difícil verla.

La gente, poco a poco, se va; el ave permanece, a su manera, fiel a la tradición prohibida. Las cigüeñas que se asustaron, tranquilas, regresan al campanario.