El “duende” conquista el auditorio

La tradicional “Velada Flamenca” cumplió cuarenta años con un cartel de lujo

21 ago 2017 / 11:17 H.

La celebración de la tradicional “Velada Flamenca” tuvo lugar en el Auditorio Municipal, que este año cumplió su edición número cuarenta con mayor afluencia de aficionados y un cartel de nombres jóvenes repletos de experiencia y en el que centenares de aficionados se dieron cita.

Un año más, llegó puntual a su alegato en los días previos a la celebración de la Feria y Fiestas de San Bartolomé. Pasadas las diez y media de la noche del sábado, Carmen Teba Gómez subió al escenario para dar la bienvenida a los asistentes y presentar a los artistas que llenaron de arte y sentimiento las tablas del auditorio.

La presentadora dijo que el flamenco es “el Guadalquivir de la cultura andaluza, herencia de nuestros mayores, motor económico, turístico y cultural que reflejó la tradición y la vanguardia de una de las manifestaciones culturales más ricas y complejas del mundo”, dijo Carmen Teba.

El primero en acudir al tablado fue el cantaor extremeño Miguel de Tena, que repasó parte de su repertorio de fandangos y granaínas con voz clara y no exenta de desgarro. A continuación, Manuel González, conocido como “Rubito Hijo”, demostró también su experiencia y duende en la interpretación. Al sevillano le siguió la bailaora local Carmen Laguna, que hizo temblar las tablas del marco con el arte, el tronío y la magia de su baile. Tras un breve receso fue el turno de la cantaora lebrijana Anabel Valencia, prima del célebre José Valencia, que pasó de “herir” con el lamento de su cante por seguiriyas a invitar al público a la fiesta por alegrías. Julián Estrada cerró el orden de actuaciones con su voz grande y poderosa, pero llena de sensibilidad. El público reconoció con grandes ovaciones la destreza y el sentimiento al toque de los guitarristas Manuel Silveria y Jesús Zarrias. Después de la actuación del cordobés Julián Estrada, una bonita y gran fiesta flamenca, con todos los artistas y el cuerpo de baile sobre las tablas puso el broche de oro a una velada falmenca que hizo grande y maravilloso el arte del flamenco, por cuadragésimo año consecutivo, en la ciudad de la Peña.